...Y un día descubres que tú eres el problema, y que tuya es la solución.
No esperas nada de nadie, y nadie es responsable de lo que te sucede. Nadie
excepto tú. Ya tienes los años suficientes para ser crítico contigo mismo y
desembarazarte de prejuicios, de acortezamientos, de los muchos crustáceos que
traes en la cabeza. Sea cual sea el problema, en ti está encontrar la
respuesta. Descubres que quizá no vale la pena rezar pidiendo algo. Ni grande
ni pequeño. La mejor oración no pide nada, ni siquiera tiene voz. Está dentro
de uno mismo, en el silencio. Ese silencio poco a poco te llevará a aceptarte,
y sentirte querido por Dios. Dios no es un magistrado, ni un tipo con un
reglamento de tránsito que te pasa la cuenta de tus infracciones. Si Dios
existe, tiene que ser de otra manera a como nos lo han contado. Dios no se
enoja, ni llora, ni se entristece. Dios quiere que seas buena persona, que seas
feliz y que te quieras. Hemos ido de aquí para allá rezando en basílicas,
encendiendo velas, sobando estampitas en no sé qué tumbas de no sé qué villas e
implorando el perdón; y Él, además de estar en los sagrarios de ésos sitios,
también está en tu corazón. En muchos sitios hemos andado...¿para qué? La gran
pregunta es…¿hace cuánto que no pienso en Él y me dejo querer? Con el Señor lo
único que hay que hacer es dejarse querer. Dios nos quiere tanto que nos
perdona antes de que cometamos cualquier barbaridad, cualquier babosada. Y,
desde luego, el que te hable de amor de Dios y te diga que se enoja, que
cuidadito, que sí, que es muy bueno...pero también es justo. Y comience a
glosar y a subrayar esa Justicia, no te fíes un pelo de esa persona que lo
único que busca es que seas bueno porque tienes miedo. ¡Eso es mentira! Yo no
creo que a Dios le ganemos Su Corazón con nuestros miedos. Y no quieras ser
perfecto. La perfección no existe en nuestra naturaleza. Intenta ser ejemplar a
tu modo, con tu forma de ser, con tu carácter y con tu herencia genética, con
tus luces y tus sombras, con tus grandezas y tus miserias, con la gracia y
también con tu barro. A nadie le asusta saber que necesita poner abono para que
el jardín retoñe. Pues lo mismo con los humanos. Además: a todos no se nos
puede pedir lo mismo. Eso lo entiende cualquier padre o madre, pero no lo
entienden algunas espiritualidades y ascéticas que yo conozco ¡y mira que es
fácil (entenderlo)! La ignorancia es un modo inconsciente de hacer el mal.
Piensa si no serás presa de esa ignorancia. Lo que sabes, ¿por quién lo sabes?.
¿Te lo han contado así y te lo has creído porque venía de una autoridad que
creías infalible?. ¿Qué autoridad es esa?...¿un catequista, un sacerdote que se
cruzó en tu vida?, ¿un profesor del colegio?, ¿tus padres? Es posible que vivas
en la ignorancia. ¿Lees?, ¿te preocupas de entender la vida desde otro punto de
vista?, ¿de qué y de quién te nutres? ¿Hace cuánto que no te dicen que vivas
del amor, o que lo busques con todas tus fuerzas?. Si hace bastante que no te
animan a eso, seas rico o pobre, estás en el equipo perdedor. Si no buscas el
amor estás muriéndote. Vete a las fuentes y bebe por ti mismo. Abreva de ahí. Lee
el Evangelio, en primer lugar, te divertirás mucho y te llenarás de su alegría
y de su luz. Asómate a las Confesiones
de San Agustín, liba de la poesía de San Juan de la Cruz, huele el aroma del
alma de Ávila, o de la de Calcuta, que tiene mucho que decirte. Zambúllete en Dostoievski
y ese remojón te limpiará de esa tristeza que acumulas, o pasea al aire de
grandes clásicos y te despejará. También te darán paz. Con ellos de la mano
querrás ser mejor persona. Lo mismo si te atreves con el cine o del arte. Te
recomiendo Biutiful, un canto a la
miseria humana, al barro que todos llevamos por dentro, ése mismo barro y
pecado que Jesucristo vino a limpiar(me) y a perdonar(me). Piensa por ti mismo,
busca, no seas necio. Estás perdiendo el tiempo , y tú vales más que lo que te
han dicho que vales • AE
(The name of this blgs is "The Wife's Meditation", the Wife is the Church, who silently meditates on the Word of Christ, her Husband)
Los pequeños grandes pasos
A menudo nos gustaría ser capaces de ver el futuro. Decimos: "¿cómo me
irá el año que viene? ¿Dónde estaré dentro de cinco o diez años?" No hay
respuestas para estas preguntas. La mayoría de las veces apenas si tenemos
clarividencia suficiente para dar el próximo paso, qué tenemos que hacer en la
próxima hora, o al día siguiente. El arte de vivir consiste en disfrutar de lo
que podemos ver y no quejarnos sobre lo que permanece en la oscuridad. Cuando
somos capaces de dar el próximo paso con la confianza de que tendremos
clarividencia suficiente para el siguiente, podemos andar por la vida con
alegría y sorprendernos de lo lejos que vamos. Alegrémonos de la pequeña luz
que llevamos con nosotros y no pidamos el potente haz de luz que disipe todas
las tinieblas •
H. Nouwen (Henri Nouwen fue un sacerdote católico holandés. Después de casi dos décadas como profesor en la Menninger Foundation Clinic de Topeka, Kansas (EE. UU.), Notre Dame, Yale y Harvard, abandonó su trabajo para compartir su vida con personas con discapacidad mental en la comunidad de El Arca de Daybreak en Toronto (Canadá). Murió en septiembre de 1996 por un ataque al corazón)
H. Nouwen (Henri Nouwen fue un sacerdote católico holandés. Después de casi dos décadas como profesor en la Menninger Foundation Clinic de Topeka, Kansas (EE. UU.), Notre Dame, Yale y Harvard, abandonó su trabajo para compartir su vida con personas con discapacidad mental en la comunidad de El Arca de Daybreak en Toronto (Canadá). Murió en septiembre de 1996 por un ataque al corazón)
Arrepentimientos y acercamientos
Rembrandt Harmenszoon van Rijn, El hijo pródigo,
tinta sobre papel, Teylers Museum (Holanda)
...
Sabemos que cada vez que nos arrepentimos el amor se renueva y crece.
Pero ¿Qué es el arrepentimiento? Pues hay una clase de arrepentimiento, de este
mundo, que nos hunde en una pena mayor aún, nos hace quejumbrosos, y nos
sumerge en la duda. Este tipo de arrepentimiento se atasca en la miseria y no
conduce a nada. En cambio, el arrepentimiento que viene de Dios es
completamente diferente. Porque, no contentos con nosotros mismos, nos elevamos
por fin a Dios y damos la espalda a todo pecado, con voluntad firme.
Dirigiéndonos a Dios, encontramos certeza, y el calor de un gozo espiritual que
nos eleva sobre todas nuestras miserias y nos une con Dios. Y cuanto más
débiles somos, cuanto más hayamos pecado, más nos sentimos urgidos a unirnos a
Dios en amor puro. Mucha gente piensa que para mostrar su dolor por los
pecados, tienen que hacer cosas extraordinarias, como ayunos, caminar
descalzos, y otras cosas parecidas. La mejor penitencia, sin embargo, es
apartarse de todo lo que no es Dios ni de Dios, ya se encuentre en tí, o en
otra persona o cosa. El verdadero arrepentimiento es acercarse a Dios con amor,
afrontando honradamene lo que se ha hecho. Elige tu propio modo de hacer esto,
y descubre que, cuanto más lo haces, más sincero será tu arrepentimiento. La conversión
verdadera es semejante a lo que sucede con la pasión del Señor; cuanto más la
imites, más desaparecerán tus pecados • Maestro Eckhart (John Kirvan es el
editor de un pequeño libro editado por San Pablo, dentro de un colección
dedicada a proponer textos para la meditación diaria de grandes maestros
espirituales. Los textos de esta entrada y de otras que aparecerán pertenecen a
"Que puedas tener vida. Deja que los místicos te guíen en la
Cuaresma", 2002)
Conversación
M.I. Rupnik, La Madre del Señor y el siervo, mosáico de la capilla de la
Pontificia Academia de Ciencias de la Educación de Roma (Italia)
Jesucristo
acaba, siendo en el relato, el protagonista de la boda. El novio queda
desdibujado, porque el verdadero novio es él. Los invitados son los favorecidos
como una novia. La madrina es María. Nos lleva a los esponsales, diciéndonos
muy quedamente: Haced
lo que él os diga. ¿Seremos capaces de decir un sí sincero, verdadero, fiel y amoroso a
Dios, que nos pide, como el esposo se lo pide a la esposa? Que la Eucaristía de
este domingo nos ayude a comprometernos en esponsales con Dios, pensado y
reflexionando en aquellas estrofas del Cántico espiritual de San Juan de la
Cruz:
· ¿Adónde
te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? – Como el ciervo huiste,
habiéndome herido; salí tras ti clamando y ya eras ido.
· Pastores,
los que fuerdes allá por las majadas al otero, -si por ventura viereis
aquel que yo más quiero, decidle que adolezco, peno y muero.
Las
criaturas nos responderán:
· Mil
gracias derramando pasó por estos sotos con presura, -y, yéndolos mirando, con
sola su figura –vestidos los dejó de su hermosura.
Y
a medida que nosotros le vayamos más y más conociendo, acabarémosle diciendo:
· ¡Ay!,
¿quién podrá sanarme? Acaba de entregarte ya de vero; -no quieras enviarme de
hoy más ya mensajero –que no saben decirme lo que quiero.
· Y
todos cuantos vagan de ti me van mil gracias refiriendo, -y todos más me
llagan, y déjame muriendo un no sé qué que quedan balbuciendo.
Y
acabémosle, diciendo todos nuestros anhelos, todos nuestros amores, de conocedores
de su amor:
· ¿Por
qué, pues has llagado aqueste corazón, no lo sanaste? –Y, pues me lo has
robado, ¿por qué así lo dejaste y no tomas el robo que robaste?
Que
este sea nuestro diálogo con Jesús, el esposo, en esta Eucaristía, sobre todo
en el momento de nuestros esponsales, en la comunión •
El júbilo y la Alinza de Dios
Anónimo, Cristo convierte el agua en vino en Caná, marfil, s. IX,
Victoria and Albert Museum (Londres)
En Caná aún no había llegado tu hora de ser tú mismo el vino de las bodas.
Pero, para que supiéramos que la hora
estaba cercana, nos has dado el signo del agua cambiada en vino, como signo del vino convertido en tu
sangre, derramada en la cruz para la redención
del mundo. (...) Había allí seis
tinajas de piedra puestas para las purificaciones de los judíos[1]. Seis, es el número del hombre, el símbolo del
esfuerzo humano: agua ordinaria e inerte.
Esta no es el agua que mana en vida eterna sino el agua de la ley mal
entendida, de la purificación exterior.
Vas a partir de nuestras pobrezas e incapacidades para que realicemos nosotros
mismos nuestra propia santificación, y vas a hacer de eso el vino de las bodas. Nos vas a hacer superar nuestros
legalismos que de nada sirven: esto está
permitido, esto está prohibido; el matrimonio es indisoluble; ir a misa
los domingos es obligatorio; no debes
tomar la píldora; si eres un cristiano actual, debes preocuparte del tercer mundo. Nos vas a mostrar que todo eso
no tiene ningún sentido si no se vive en el
amor de Dios que transforma. Tú nos propones no la purificación
exterior, la del parecer, sino la interior, la del corazón, la del ser, es
decir la que se vive contigo y en ti. El agua que sacan los servidores se
convierte en el agua de tu misericordia. Aquella con la que, en la
superabundancia de tu amor, lavas los pies de los hombres, los de Pedro y
los de Judas. Es el agua de la
reconciliación y de la purificación que transforma nuestra vida y transfigura nuestro ser, el agua y el vino
por los que nuestra pareja se troca
verdaderamente en signo de tu amor. Por eso el matrimonio se celebra en
la Iglesia; no por obedecer a una regla
sino para que los hombres vean algo de tu amor. Y por eso no puede romperse el matrimonio; no por encerrar al
hombre en una obligación legal sin significado sino porque tu amor no tiene
retorno y dura eternamente. Y por eso también asisten a los casados unos
testigos, no por la preocupación jurídica de afirmar que el matrimonio ha tenido
lugar sino como testigos de los hombres que se interesan por este matrimonio,
que prometen hacerlo todo para que esta
pareja sea auténtica, fuerte y duradera, a fin de que el mundo crea en tu amor incansable, fiel y transformador
y transfigurador. El agua que sacan los servidores se convierte en ese vino,
por el que cada una de nuestras actividades humanas y nuestra vida misma, hasta
en la muerte, es signo de tu amor, puesto que no existe para el que cree en ti
ninguna actividad profana, ya que en ti
todo es amor: la vida de la religiosa y la del director general, la del
sacerdote y la del minero, la de la
soltera y la de la pareja, la del niño y la del anciano. Todo cuanto hagáis, de palabra y
de boca, hacedlo en nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre[2].
Tanto si tenéis hijos, como si no los tenéis; si vivís desahogadamente como con dificultades; si
tenéis un oficio como si estáis en el paro o
jubilados. Los hombres, preocupados por las bodas humanas, no conocen la
potencia del agua transformada en vino. Cuando el maestresala probó el agua
convertida en vino, como ignoraba de
dónde era... llama al novio y le dice: "Todos sirven primero el vino bueno
y cuando ya están bebidos, el
inferior"[3].
Falsa prudencia de los hombres:
aprovecha bien el presente; aprovecha tu juventud; el vino se va a
acabar, bebamos, pues la vida es corta. Los invitados al banquete ignoran la
procedencia del vino: los sirvientes, los
que habían sacado el agua, sí que lo
sabían[4].
Lo saben porque sirven. En el centro hay
siempre una acción transformadora y redentora conocida por tus
servidores y desconocida de tus
beneficiarios. La Iglesia sabe que sirve y de qué la viene la posibilidad misma
de servir y el verdadero contenido de
ese servicio. Este no es el vino barato de los amores limitados y de las alegrías exageradas, sino
al vida del júbilo y de la Alianza de Dios, el vino de las bodas del Cordero. La pareja cristiana
sabe que sirve y de dónde le viene la
posibilidad de servir y de amar, así como el contenido de su servicio y
de su amor de hombre y de mujer. Este no
es el vino barato y agrio de un placer egoísta y limitado; es el vino del amor que se supera más allá de las
apariencias y que no renuncia jamás a pesar
de las infidelidades. Quien cree en ti, Señor, sabe muy bien que es un
servidor y de dónde le viene la posibilidad de actuar y de servir, así como el
contenido de su acción y de su servicio.
Este no es el vino degradado de la voluntad de poder, de la riqueza o de la
gloria vana, sino el vino nuevo del
hombre al que asocias a tu divinidad. Mira, Señor, a todos los que todavía lo
ignoran. Escucha a tu Iglesia que no dice solamente lo que sucedió antaño sino
que con María, intercede en el presente, fiándose de ti. Manifiesta tu gloria
por nosotros, tu servidores, si así lo quieres, y ellos te creerán • A. Grzybowski,
Bajo el signo de la alianza, Ed. Narcea, Madrid 1988, p. 133 ss.
Rios viejos y hombres nuevos
Gerhard Rhemish, el maestro de St. Severin (Alemania), El
bautismo de Cristo, vitral proveniente de la iglesia de la Abadía de Mariawald,
Victoria and Albert Museum (Londres)
Tú te has revolcado durante mucho tiempo en el barro,
apresúrate hacia mi Jordán, no ante la llamada de Juan, sino a la voz de
Cristo. En efecto, el río de la gracia corre por todas partes. No tiene cauces
en Palestina para desaparecer en el vecino mar, sino que envuelve la tierra entera y desemboca
en el Paraíso, corriendo a contracorriente de los cuatro ríos que allí
descienden y llevando al Paraíso cosas más preciosas que las que salen de él.
Porque éstos aportan perfumes, cultivo y germinación de la tierra; y él,
hombres engendrados por el Espíritu Santo. Imita a Jesús, hijo de Navé. Lleva
el Evangelio como él el arca. Abandona el desierto, es decir, el pecado.
Atraviesa el Jordán. Apresúrate a la vida según Cristo, hacia la tierra que da
frutos de alegría, donde según la promesa corren leche y miel. Derriba a
Jericó, la vieja costumbre, no la dejes fortificarse. Todas esas cosas son
figura nuestra. Todas son prefiguraciones de las realidades que ahora se
manifiestan • Gregorio Niseno, Tratado sobre el bautismo.
¿Espiritualidad, para qué?
Espiritualidad» es una palabra
desafortunada. Para muchos solo puede significar algo inútil, alejado de la
vida real. ¿Para qué puede servir? Lo que interesa es lo concreto y práctico,
lo material, no lo espiritual. Sin embargo, el «espíritu» de una persona es
algo valorado en la sociedad moderna, pues indica lo más hondo y decisivo de su
vida: la pasión que la anima, su inspiración última, lo que contagia a los
demás, lo que esa persona va poniendo en el mundo. El espíritu alienta nuestros
proyectos y compromisos, configura nuestro horizonte de valores y nuestra
esperanza. Según sea nuestro espíritu, así será nuestra espiritualidad. Y así
será también nuestra religión y nuestra vida entera. Los textos que nos han dejado
los primeros cristianos nos muestran que viven su fe en Jesucristo como un
fuerte «movimiento espiritual». Se sienten habitados por el Espíritu de Jesús.
Solo es cristiano quien ha sido bautizado con ese Espíritu. «El que no tiene el
Espíritu de Cristo no le pertenece». Animados por ese Espíritu, lo viven todo
de manera nueva. Lo primero que cambia radicalmente es su experiencia de Dios.
No viven ya con «espíritu de esclavos», agobiados por el miedo a Dios, sino con
«espíritu de hijos» que se sienten amados de manera incondicional y sin límites
por un Padre. El Espíritu de Jesús les hace gritar en el fondo de su corazón:
¡Abbá, Padre! Esta experiencia es lo primero que todos deberían encontrar en
las comunidades de Jesús. Cambia también su manera de vivir la religión. Ya no
se sienten «prisioneros de la ley», las normas y los preceptos, sino liberados
por el amor. Ahora conocen lo que es vivir con «un espíritu nuevo», escuchando
la llamada del amor y no con «la letra vieja», ocupados en cumplir obligaciones
religiosas. Este es el clima que entre todos hemos de cuidar y promover en las
comunidades cristianas, si queremos vivir como Jesús. Descubren también el
verdadero contenido del culto a Dios. Lo que agrada al Padre no son los ritos
vacíos de amor, sino que vivamos «en espíritu y en verdad». Esa vida vivida con
el espíritu de Jesús y la verdad de su evangelio es para los cristianos su
auténtico «culto espiritual». No hemos de olvidar lo que Pablo de Tarso decía a
sus comunidades: «No apaguéis el Espíritu». Una iglesia apagada, vacía del
espíritu de Cristo, no puede vivir ni comunicar su verdadera Novedad. No puede
saborear ni contagiar su Buena Noticia. Cuidar la espiritualidad cristiana es
reavivar nuestra religión • JAP
Discernimiento y gracia
Autor miniaturista anónimo, La duda de Tomás (1190-1200),
tempera y oro sobre madera, The J. Paul Getty Museum.
...
Dios quiere que sepamos cuatro cosas. Primero, él es el fundamento de
quien nos viene la vida y la misma existencia. Segundo, él nos protege con su
fuerza y su misericordia mientras estamos en pecado, en medio de nuestros
salvajes adversarios. Y nosotros mismos somos los que nos arriesgamos, porque les damos oportunidad de que nos
ataquen y somos ignorantes de nuestra pobreza. Tercero, es él quien cortésmente
nos salvaguarda y nos alerta cuando vamos desencaminados. Cuarto, Dios nos
espera con paciencia y no se enoja ni se vuelve huraño, porque lo que más
quiere es que volvamos a él, y que estemos unidos a él por el amor con el que
él mismo ya se ha ligado a nosotros. Por el discernimiento y la gracia, tomamos
conciencia de nuestro pecado, pero esa toma de conciencia no nos hiere ni nos
hace perder la esperanza. Porque por este humilde conocimiento, seremos
separados de todo lo que no es Dios, con el remordimiento y la gracia. Por fin,
Jesús nos curará totalmente y nos unirá a él. Él ha tenido la previsión de
proveer esta ruptura y esta sanación, para todos, de modo que los santos más
destacados puedan ver su pecado y su pobreza junto conmigo. Y yo, la más
pequeña del pueblo de Dios, hallo consuelo junto con los más grandes. Así se
une Dios con nosotros en la caridad • Juliana de Norwich es
considerada una de las más grandes escritoras místicas cristianas de
Inglaterra. Es venerada por la Iglesia de Inglaterra, la Iglesia Luterana y la
Iglesia Católica. Se sabe poco de su vida, aparte de lo que ella misma dejó
apuntado en sus escritos. Incluso su nombre es incierto, dado que el nombre de
Juliana proviene de la iglesia de San Julián, en Norwich, junto a la cual la
santa ocupaba una celda de anacoreta. A la edad de treinta años, padeció una
grave enfermedad que la tuvo al borde de la muerte. En el transcurso de la
enfermedad parece ser que sufrió una serie de visiones o revelaciones, las
cuales supusieron, veinte años más tarde, la fuente principal para su obra
titulada Sixteen Revelations of Divine Love (Dieciséis Revelaciones del
Amor Divino, circa 1393). Se cree que este es el primer libro escrito por
una mujer en inglés •
...Dónde estabas, dónde estás...
Con toda la adhesión del corazón
nos consagramos en la ermita interior y en su misterio... El alma se dispone,
jornada tras jornada, a fin de desasirse de todo y acoger al Verbo que es
engendrado en su secreto y en su fondo. A primera vista todo parece débil y
flojo, casi hasta provisorio... Las tormentas no son escasas y surgen con
nuevos bríos en los horizontes nublados... Si dejamos obrar a Aquél que es
nuestra Vida... Si no inventamos reparos o nos detenemos en respetos humanos,
hemos de reposar, como Juan, en su Corazón... Pero una vez, en medio de no sé
cuáles confusiones, nos pareció que perdíamos la atención y la paz... Las
agresiones de cercanos y lejanos, esas "agresiones emotivas" tan
frecuentes en esta hora, tan del gusto del mundo: nos dieron la impresión de
que habíamos sido arrancados de la ermita y del silencio del corazón, que Dios
callaba y se escondía ante tanto ruido y desconcierto, que las torpezas y los
aludes nos habían privado de la vida y del don de Dios. Entonces, como San
Antonio, como Santa Catalina, preguntamos: -¡Señor, dónde estabas, dónde estás!
Y su respuesta fue siempre la misma: -Nunca he estado tan cerca. Basta una
invocación en el corazón para que nos demos acabada cuenta de que nada ni nadie
puede apartarnos de esa ermita y morada secreta, porque es el Padre, que ve en
lo secreto, Quien está y en Quien estamos, somos, nos movemos y existimos... Nadie
nos arrebató nada... Entra, pues, en tu morada secreta, cierra la puerta y no
te muevas de allí, que nadie puede apartarte de tu Bien • Ermitaño urbano
Reos y condenados, y tu Nombre y el mio
El monograma de Jesús -IHS- en el altar de la
Iglesia del Gesù,
Iglesia madre de la Compañía de Jesús, en Roma.
...
Habitualmente el báculo del Papa de Roma lleva colgado a un inocente
condenado a muerte. El Reo hoy está labrado en metales refulgentes
(conozco prelados –dicho sea de paso- que
rezan en sagrarios donde no
tengo muy claro si a Jesús le gustaría
estar allí). Las frases del Hijo de
Dios sobre la riqueza son tan
duras... Según nuestra fe, hace dos mil años ese condenado que llevamos colgado
en el pecho fue el Hijo de Dios encarnado bajo la forma de un hombre sencillo, con
sandalias polvorientas y pinta famélica, y que vino a predicar el amor y
el perdón. Muchos llevamos colgado del pecho a ese inocente en medallas de oro,
o en crucifijos de plata. Existen cruces
de marfil, de plata, de diamantes, de madera, o de plástico. Jesús está en todas las capillas, iglesias y
catedrales, ermitas, claustros, criptas,
en innumerables cruces de caminos. En los
Oficios de semana santa se
insiste todos los años en que aquella
ejecución en el madero fue ignominiosa. Así lo cantan los monjes, y lo llora Bach. Las procesiones se
recrean en una imaginería sangrienta recodando aquella muerte. Un poeta
escribió que de pronto un día el mar recordará el nombre de todos los ahogados.
Pero en nombre de Jesús
se han hecho
barbaridades, se han matado inocentes, se ha condenado a la hoguera a la misma
inocencia. A veces me
pregunto si hoy hubiese nacido Jesús, ¿llevaríamos un ajusticiado en la
silla eléctrica colgado de nuestro cuello? ¿Creeríamos
que ese
hombre con una inyección letal en el cuello nos redimió? ¿Ese reo en
la cámara de gas es el Hijo de Dios? ¡Dios, despréndeme de toda cultura e ideología
y que mi fe sólo nazca y
muera en Ti! •
...mi amor, Rey mío...
Maestro flamenco-francés anónimo, La adoración de los Magos con San Antonio Abad, (detalle), (1390), óleo y tempera sobre panel de madera, Museo J. Paul Getty.
...
Te diré mi
amor, Rey mío,
en la
quietud de la tarde,
cuando se
cierran los ojos
y los
corazones se abren.
Te diré mi
amor, Rey mío,
con una
mirada suave,
te lo diré
contemplando
tu cuerpo
que en pajas yace.
Te diré mi
amor, Rey mío,
adorándote
en la carne,
te lo diré
con mis besos,
quizá con
gotas de sangre.
Te diré mi
amor, Rey mío,
con los
hombres y los ángeles,
con el
aliento del cielo
que espiran
los animales.
Te diré mi
amor, Rey mío,
con el amor
de tu Madre,
con los
labios de tu Esposa
y con la fe
de tus mártires.
Te diré mi
amor, Rey mío,
¡oh Dios
del amor más grande!
¡Bendito en
la Trinidad,
que has
venido a nuestro valle! Amén •
Liturgia de
las Horas, himno para el oficio de Vísperas
de la Solemnidad de la Epifanía del
Señor.
Los reyes y los que llegamos tarde
Ustedes, —les dijo a los reyes magos— igual que
yo, tardaron en llegar... Los pastores, y hasta el ganado, llevaban ya mucho
tiempo aquí y se habían unido al coro de ángeles mientras ustedes estaban en
camino. Para ustedes se relajó la primordial disciplina de los cielos y brilló
entre las desconcertadas estrellas una nueva luz desafiante... ¡Con cuánto
trabajo marcharon, haciendo mediciones y cálculos, mientras los pastores
corrían descalzos! ¡Qué aspecto más extraño tenían en el camino, atendidos por
libreas de tierras extrañas, cargados con regalos absurdos!... Al cabo llegaron
al fin de la peregrinación y la gran estrella se detuvo. ¿Y qué hicieron? Se
detuvieron para visitar al rey Herodes. En ese fatal intercambio de cumplidos
empezó aquella guerra no terminada del populacho y de los magistrados contra el
inocente... A pesar de todo, llegaron, y no fueron rechazados. También ustedes
encontraron sitio ante el pesebre. Los regalos no eran necesarios, pero fueron
aceptados y dispuestos cuidadosamente, porque habían sido traídos con amor. En
aquel nuevo orden de caridad que acababa de surgir a la vida, también para
ustedes hubo un lugar. A los ojos de la sagrada familia, ustedes no fueron
menos que el buey o el asno... Ustedes son mis patronos especiales, y los
patronos de todos los que llegan tarde, de todos los que han tenido que hacer
un tedioso viaje para llegar a la verdad, de todos los confundidos con el
conocimiento y la especulación, de todos los que a través de la cortesía
comparten la culpa, de todos los que están en peligro a causa de sus propios
talentos... Recen por mí, primos míos, y por mi pobre hijo sobrecargado; que
también él encuentre antes del fin sitio para arrodillarse en la paja. Recen
por los grandes, para que no mueran del todo. Y recen por Lactancio, y Marcias,
y los jóvenes poetas de Tréveris, y por las almas de mis salvajes y ciegos
antecesores; y por su astuto adversario Ulises, y por el gran Longino... Por
Él, que no rechazó los regalos extravangantes, recen siempre por los hombres
cultos, retorcidos y frágiles. ¡Que no se les olvide del todo en el trono de
Dios cuando los simples entren en su reino! • Elena (fragmento del cap. 9) de Evelyn Waugh, novela histórica
sobre la vida de Santa Elena. El capítulo transcurre en Belén, entre los años
325 o 326. Elena, la vieja —y en la novela, britana vivaz, inteligente e
inquieta— madre de Constantino, está en Tierra Santa, empeñada en encontrar las
reliquias de la Cruz; se ha convertido al cristianismo no hace mucho, tras un
camino difícil y tortuoso.
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