Ustedes, —les dijo a los reyes magos— igual que
yo, tardaron en llegar... Los pastores, y hasta el ganado, llevaban ya mucho
tiempo aquí y se habían unido al coro de ángeles mientras ustedes estaban en
camino. Para ustedes se relajó la primordial disciplina de los cielos y brilló
entre las desconcertadas estrellas una nueva luz desafiante... ¡Con cuánto
trabajo marcharon, haciendo mediciones y cálculos, mientras los pastores
corrían descalzos! ¡Qué aspecto más extraño tenían en el camino, atendidos por
libreas de tierras extrañas, cargados con regalos absurdos!... Al cabo llegaron
al fin de la peregrinación y la gran estrella se detuvo. ¿Y qué hicieron? Se
detuvieron para visitar al rey Herodes. En ese fatal intercambio de cumplidos
empezó aquella guerra no terminada del populacho y de los magistrados contra el
inocente... A pesar de todo, llegaron, y no fueron rechazados. También ustedes
encontraron sitio ante el pesebre. Los regalos no eran necesarios, pero fueron
aceptados y dispuestos cuidadosamente, porque habían sido traídos con amor. En
aquel nuevo orden de caridad que acababa de surgir a la vida, también para
ustedes hubo un lugar. A los ojos de la sagrada familia, ustedes no fueron
menos que el buey o el asno... Ustedes son mis patronos especiales, y los
patronos de todos los que llegan tarde, de todos los que han tenido que hacer
un tedioso viaje para llegar a la verdad, de todos los confundidos con el
conocimiento y la especulación, de todos los que a través de la cortesía
comparten la culpa, de todos los que están en peligro a causa de sus propios
talentos... Recen por mí, primos míos, y por mi pobre hijo sobrecargado; que
también él encuentre antes del fin sitio para arrodillarse en la paja. Recen
por los grandes, para que no mueran del todo. Y recen por Lactancio, y Marcias,
y los jóvenes poetas de Tréveris, y por las almas de mis salvajes y ciegos
antecesores; y por su astuto adversario Ulises, y por el gran Longino... Por
Él, que no rechazó los regalos extravangantes, recen siempre por los hombres
cultos, retorcidos y frágiles. ¡Que no se les olvide del todo en el trono de
Dios cuando los simples entren en su reino! • Elena (fragmento del cap. 9) de Evelyn Waugh, novela histórica
sobre la vida de Santa Elena. El capítulo transcurre en Belén, entre los años
325 o 326. Elena, la vieja —y en la novela, britana vivaz, inteligente e
inquieta— madre de Constantino, está en Tierra Santa, empeñada en encontrar las
reliquias de la Cruz; se ha convertido al cristianismo no hace mucho, tras un
camino difícil y tortuoso.
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