M.I. Rupnik, La Madre del Señor y el siervo, mosáico de la capilla de la
Pontificia Academia de Ciencias de la Educación de Roma (Italia)
Jesucristo
acaba, siendo en el relato, el protagonista de la boda. El novio queda
desdibujado, porque el verdadero novio es él. Los invitados son los favorecidos
como una novia. La madrina es María. Nos lleva a los esponsales, diciéndonos
muy quedamente: Haced
lo que él os diga. ¿Seremos capaces de decir un sí sincero, verdadero, fiel y amoroso a
Dios, que nos pide, como el esposo se lo pide a la esposa? Que la Eucaristía de
este domingo nos ayude a comprometernos en esponsales con Dios, pensado y
reflexionando en aquellas estrofas del Cántico espiritual de San Juan de la
Cruz:
· ¿Adónde
te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? – Como el ciervo huiste,
habiéndome herido; salí tras ti clamando y ya eras ido.
· Pastores,
los que fuerdes allá por las majadas al otero, -si por ventura viereis
aquel que yo más quiero, decidle que adolezco, peno y muero.
Las
criaturas nos responderán:
· Mil
gracias derramando pasó por estos sotos con presura, -y, yéndolos mirando, con
sola su figura –vestidos los dejó de su hermosura.
Y
a medida que nosotros le vayamos más y más conociendo, acabarémosle diciendo:
· ¡Ay!,
¿quién podrá sanarme? Acaba de entregarte ya de vero; -no quieras enviarme de
hoy más ya mensajero –que no saben decirme lo que quiero.
· Y
todos cuantos vagan de ti me van mil gracias refiriendo, -y todos más me
llagan, y déjame muriendo un no sé qué que quedan balbuciendo.
Y
acabémosle, diciendo todos nuestros anhelos, todos nuestros amores, de conocedores
de su amor:
· ¿Por
qué, pues has llagado aqueste corazón, no lo sanaste? –Y, pues me lo has
robado, ¿por qué así lo dejaste y no tomas el robo que robaste?
Que
este sea nuestro diálogo con Jesús, el esposo, en esta Eucaristía, sobre todo
en el momento de nuestros esponsales, en la comunión •
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