Monday of the Fifth Week of Easter (5.11.2020)




We are only a little under three weeks now from the feast of Pentecost, which we celebrate on Sunday two weeks. It is hard to believe we are already more than half way through the seven week season of Easter. As we get closer to the feast of Pentecost, we will begin to hear more references to the Holy Spirit in the readings that are proclaimed at Mass. In this morning’s gospel reading Jesus says to his disciples, "the Advocate, the Holy Spirit, whom the Father will send in my name, will teach you everything and remind you of all that I have said to you". It is the evening before Jesus is put to death; his disciples are aware that Jesus is taking his leave of them. In that highly charged hour Jesus assures them that his leaving them, his death, will not be the end of his relationship with them. He will send the Holy Spirit from the Father who will remind them of all Jesus said to them. Jesus’ relationship with them will endure in and through the Holy Spirit. Jesus is present to all of us, within all of us, in and through the Holy Spirit. The Holy Spirit brings Jesus to us today and brings us to Jesus! That is why we need to keep on praying, "Veni Sancte Spiritus! Come Holy Spirit, fill my heart". We keep asking the Spirit we have already received to keep on filling us more and more, filling our thoughts, words, deeds, filling our very being, so that our relationship with the Lord will continue to deepen • AE





El relato de los Hechos que hoy escuchamos nos presenta a Pablo y a Bernabé llenos de compasión delante de aquel hombre lisiado, cojo de nacimiento; un hombre desgarrado por unas limitaciones de las que jamás había sido capaz de liberarse. Y aquí está lo maravilloso: los apóstoles son capaces de ver el corazón de aquel hombre y encontrar en él una fe capaz de curarlo. ¿Tenemos nosotros esa mirada? ¿Tenemos nosotros esa fe? ¿Somos capaces de mirar con calma las semillas del Reino en el corazón de las personas que nos rodean por “deformes” que puedan aparecer ante nuestros ojos? ¿Tenemos nosotros la fe y el valor suficiente para gritar, mirando, a nuestros hermanos: "¡levántate!"? A esto estamos llamados; esa es nuestra misión, para esto se nos ha enviado. Sin el Espíritu de Jesús no podemos hacer nada. Sólo Él puede enseñarnos y recordarnos, una y mil veces, todo lo que Jesús nos ha dicho. ¿Recordamos las Palabras de Jesús? ¿Las tenemos en el corazón? Ésta es la medida del amor a Jesucristo que hoy nos presenta el Evangelio: “El que me ama guardará mi palabra…” Y no sólo seremos capaces de guardar –sin perderla- aquella Palabra que continuamente nos invita a que “…dejemos los dioses falsos y nos convirtamos al Dios vivo…” sino que además nos encontraremos con el don inmenso del Amor del Padre. Si fuéramos capaces de ver un poco la profundidad de lo que esto significa nos volveríamos locos de alegría. Somos, inexplicablemente, morada de Dios para que nosotros seamos a su vez una “vida-casa” en la que quepan todos los hermanos, especialmente los más desgarrados y atribulados • AE

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