Today many men and women want to believe and cannot; or they don't want to
open their eyes. Others do not want to believe. Others know if they could
believe. Some Jews in Jesus' time did not want to believe. How to believe that
a man is God? This question must have shaken St. John, who finally found the
answer and wrote it: "because God is love." Precisely because of this
he leans so infinitely towards man, in such a way that he becomes one with him.
Jesus becomes man so that all of us reach eternal bliss, with Him. That is
wonderful; so incomprehensible! This closeness to God disturbs some men: it
disturbed Herod, because he thought that God was going to dethrone him forever.
We humans are like that, we come to think that if we let God enter our life,
everything will go wrong; in fact, the opposite happens: our God does not kill
anyone, he does not throw anything down, at all times he builds. God only tears
down our idols: selfishness, unsupportiveness, darkness of heart, haughtiness,
etc. That is why we say and believe that he is a God who builds, and who saves,
who gives us eternal redemption •AE
...
To all those who right now cannot receive sacramental Communion,
now is the moment to do a spiritual Communion; Let us be sure that the
Lord comes to our hearts:
I wish my Lord to receive you,
with the purity, humility and
devotion
with which your Most Holy Mother received you,
with the spirit and
fervor of all the saints. Amen •
…
En el silencio de la liturgia, se supone
que debemos ser atraídos fuera de nosotros mismos hacia Dios para que sea un
encuentro íntimo, porque nos encontramos al Dios quien tomó la forma, la carne
humana en lo no familiar de la liturgia sagrada. El cardenal Sarah dice con
énfasis que: “A menudo dejamos nuestras liturgias bulliciosas y superficiales
sin habernos encontrado con Dios en ellas ni con la paz interior que Él quiere
ofrecernos” ¿Cómo se supone que los fieles debemos acercarnos a participar en
la liturgia? Siempre que nos acerquemos a la liturgia con un corazón
bullicioso, tendrá una apariencia superficial, humana. El silencio litúrgico es
una disposición radical y esencial; es una conversión de corazón. Ahora,
convertirse, etimológicamente, es regresar, voltearse hacia Dios. La liturgia
demanda conversión por parte de los fieles, lo que quiere decir regresar al
Señor. La conversión por medio de la liturgia significa olvidarse de las
distracciones de este mundo—completamente olvidándose de ellos, para que ya no
tengamos un corazón dividido—y darle, entregarle todo al Señor. Esto requerirá
una conversión dentro de nuestras prácticas litúrgicas. Las liturgias no
deberían estar marcadas por bulla y distracciones, estas liturgias sólo
fastidiarán, impedirán nuestra conversión a Dios. No hay verdadero silencio en
la liturgia si no estamos con todo nuestro corazón volteados, girados hacia el
Señor. Los fieles deben tener una orientación hacia el Señor, un deseo completo
de darle todo. Al mismo tiempo, nuestras celebraciones litúrgicas necesitan
permitirles a las personas hacer eso, las liturgias mismas no pueden estar
llenas de rarezas y de distracciones que son una contradicción a la rica
herencia litúrgica de la Iglesia. Mirando
al Señor, él [el sacerdote] está menos tentado de convertirse en un profesor
que da una charla durante toda la misa, reduciendo al altar a un podio que no
está centrado en la cruz ¡sino en el micrófono! Si queremos apagar al espíritu
de bulla dentro de nuestra sociedad, nosotros, como una Iglesia, deberíamos
abrazar la apropiada celebración de la liturgia totalmente, una que
verdaderamente oriente al hombre hacia lo divino, volviéndolo de él mismo y de
sus propios pensamientos. La sagrada liturgia, cuando es celebrada hacia Dios,
es el lugar apropiado para encontrarle en el silencio. Nuestra sociedad, que
continuamente está coqueteando con el ruido y con la distracción, está
desesperadamente necesitada de una liturgia que es totalmente otra, una
liturgia que está impregnada del silencio y enfocada enteramente en Dios, el
Creador y Sostenedor del universo •AE
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