The Lord is speaking to us this morning about a very concrete
fact: our faith in him can be the entry
pass to eternal life. In the preaching of the Church, we ordained
ministers, have spent little time talking about the moment of death, the
particular judgment that we will have before God, and about retribution:
eternal reward or eternal punishment. Now is a good time to do it! Now is the
time to think: if the Lord calls me to his presence, what would I have in my
hands? What kind of actions? What kind of words? Saint Ignatius of Loyola
highly recommended the examination of conscience; a useful daily practice
to keep the accounts of our soul up to date #nosurprises Whoever keeps my word will never see
death. Jesus speaks of eternal death, death that is the consequence of
sin; Let us not forget that Our Lord wants us with him forever. So, in addition
to strengthening our faith, today we might think about how prepared we are -or
are not- to face our own death. We begin this mass asking for forgiveness three
times - Lord have mercy, Christ have mercy, Lord have mercy - and
He has listened. We could ask you to help us do a good examination of
conscience. And confidently approach His divine mercy •AE
To all those who right now cannot receive sacramental Communion,
now is the moment to do a spiritual Communion; Let us be sure that the
Lord comes to our hearts:
I wish my Lord to receive you, with the purity, humility and
devotion with which your Most Holy Mother received you, with the spirit and
fervor of all the saints. Amen •
...
Debemos darle a Dios el silencio que le es
debido, Dios está libre en el silencio de la liturgia, para trabajar en
nuestros corazones, para traernos a Su voluntad en nosotros y a Su voluntad
para la Iglesia Universal. Esto es verdaderamente un encuentro asombroso y
misterioso. ¿Cómo puede un Ser Divino, Omnipotente, Todo Perfecto, desear
trabajar en nuestras vidas, nosotros que somos miserables, pecaminosos y
criaturas mortales? La sagrada liturgia es el lugar apropiado para que
encontremos a Dios en el silencio. ¿Cuántos de nosotros experimentamos una
liturgia que está llena de silencio y proveedora de una atmósfera en la cual
podemos verdaderamente encontrar a Dios? El silencio nos enseña una regla
primordial de la vida espiritual: la familiaridad no conlleva a la intimidad,
sino más bien todo lo contrario; una distancia apropiada es una condición para
la comunión. Es por medio de la adoración que la humanidad camina hacia el
amor. La liturgia, por lo tanto, no puede ser meramente sobre la familiaridad,
ni puede volverse sobre la comprensión de cada acto y de cada palabra. La
liturgia no puede simplemente convertirse en un punto de banalidad: en nuestra
edad moderna, casi nos da miedo encontrarnos con el misterioso poder de Dios en
el silencio. Estamos así tentados a formar la liturgia para que se parezca a
cualquier otra cosa que hagamos. La música viene de las canciones conocidas,
familiares (y a veces usa los mismos instrumentos de la música popular, como
por ejemplo una guitara, u osadamente, las baterías), y las palabras son iguales
a nuestras palabras comunes, y el sacerdote actúa igualito a nosotros. Si no
hay una “distancia apropiada” entre nosotros y la sagrada liturgia esta se
vuelve como nosotros, y de tal modo, que ya no podemos ser transformados por
ella. Bajo el pretexto de la pedagogía, algunos sacerdotes permiten -o permitimos-
comentarios dentro de la misa que no tienen fondo y son mundanos. ¿Estamos temerosos
de que el silencio en la presencia del Altísimo podría desconcertar a nuestros fieles?”
En serio, deberíamos estar desconcertados por el silencio, deberíamos sentir
que hay algo más hondo, algo más profundo que nosotros mismos en la liturgia •AE
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