Nacía Juan, y el monte de Judea
se llenaba de hogueras y alegría;
parabienes daban a Isabel
y un himno alzaba el mudo Zacarías.
Tan cerca está el siervo del Señor,
la vigilia y la fiesta tan unidas,
que al sentir el rocío de la aurora
gozábamos del sol de mediodía.
Con agua pura Juan purificaba
y bautizaba al alma arrepentida;
pero un baño de Espíritu y de fuego
del Mayor y Esperado prometía.
Juan es grande entre todos los nacidos,
el Viejo Testamento toca cima;
luego al bajar al valle es más dichoso
el más pequeño siervo del Mesías.
Como marea, gracia sobre gracia,
una gracia mayor llega a la orilla:
si hoy nace el Precursor, saltad de gozo
que tras él viene el Hijo de María.
Cante la Iglesia santa recordando
cómo entonces también ella nacía;
cante y bendiga al Padre dadivoso
en quien la vida nace y finaliza. Amén •
P. Rufino Mª Grández, ofmcap,
en la Natividad
de San Juan Bautista de 1978.
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