El Tiempo Ordinario
suele ser definido como "el tiempo en que Cristo se hace presente y guía a
su Iglesia por los caminos del mundo"; un tiempo menor o un tiempo no
fuerte. En el año litúrgico, se llama tiempo ordinario al tiempo que no
coincide ni con la Pascua y su Cuaresma, ni con la Navidad y su Adviento. Son
treinta y cuatro semanas en el transcurso del año, en las que no se celebra
ningún aspecto particular del Misterio de Cristo. Es el tiempo más largo,
cuando la comunidad de bautizados es llamada a profundizar en el Misterio
pascual y a vivirlo en el desarrollo de la vida de todos los días. Por eso las
lecturas bíblicas de las misas son de gran importancia para la formación
cristiana de la comunidad. Esas lecturas no se hacen para cumplir con un
ceremonial, sino para conocer y meditar el mensaje de salvación apropiado a
todas las circunstancias de la vida. El Tiempo Ordinario del año comienza con
el lunes que sigue del domingo después del seis de enero y se prolonga hasta el
martes anterior a la Cuaresma, inclusive; se reanuda el lunes después del
domingo de Pentecostés y finaliza antes de las primeras vísperas del primer
domingo de Adviento. Las fechas varían cada año, pues se toma en cuenta los
calendarios religiosos antiguos que estaban determinados por las fases lunares,
sobre todo para fijar la fecha del Viernes Santo, día de la Crucifixión de
Jesús. A partir de ahí se estructura todo el año litúrgico. En la liturgia, el
sacerdote usa la casulla de color verde en la Misa, a excepción de los días
festivos y de los mártires. La diversidad de colores litúrgicos en las
vestiduras sagradas pretende expresar, con más eficacia, aún exteriormente,
tanto el carácter propio de los misterios de la fe que se celebran, como el
sentido progresivo de la vida cristiana en el transcurso del año litúrgico. El
verde es símbolo de la esperanza, cuando todo florece, reverdece y se renueva •
AE
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