Sólo la
Niña aquella, la Niña inmaculada,
la Madre
que del hijo recibió su hermosura,
la Virgen
que le dice a su Creador criatura,
sólo esa
Niña bella al cielo fue elevada.
Los luceros
formaron innumerables filas,
tapizaron
las nubes el cielo en su grandeza;
y aquella
Niña dulce de sin igual belleza
llenaba
todo el cielo con sus claras pupilas.
Nuestro
barro pequeño, de nostalgia extasiado,
ardientemente
quiere subir un día cualquiera
al cielo,
donde el barro de nuestra Niña espera
purificar
en gracia nuestro barro manchado. Amén •
Himno del
Oficio de Laudes de la Liturgia de las Horas
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