Miguel
Cabrera, Virgen del Apocalipsis (1750), óleo sobre tela,
Museo Nacional de
Arte, Ciudad de México
...
Apareció
entonces en el cielo una figura prodigiosa… ¿Por qué la liturgia nos pone
delante un texto de Apocalipsis para celebrar la Asunción de la Virgen? Quizá
porque el último libro de la Sagrada Escritura tiene más que ver con la
esperanza que con la desesperación. En medio de los rayos y truenos y tormentas
formidables de los que habla san Juan, aparece en el cielo una señal
prodigiosa, un rayo de esperanza. Y es que la palabra de Dios, desde el libro
del Génesis hasta el Apocalipsis, es promesa y es esperanza. El final es luz y
claridad, victoria y, por tanto, esperanza para sostener la paciencia. El libro
del Apocalipsis descubre en el fin de los tiempos lo que ya estaba anunciado
desde el principio del tiempo, desde el capítulo primero del Génesis, que la
lucha entre la mujer y la serpiente, entre el bien y el mal, entre el hijo de
la mujer y los seguidores del demonio, no es una batalla perdida sino ganada ya
de antemano . Esa misteriosa mujer que enfrenta al terrible monstruo de siete
cabezas y diez cuernos y que se muestra
especialmente débil por estar a punto de dar a luz, representa también el
momento más difícil de la existencia humana: la lucha de los pobres por
liberarse y recuperar su condición de persona, de los oprimidos, de los
esclavizados, de los que no tienen más que su esperanza. La mujer del
Apocalipsis es también el pueblo de Israel sometido a esclavitud, y es la
Iglesia perseguida y apedreada, y es el pueblo de Dios que trabaja con
esperanza y con paciencia. Y sobre todo es María, aquella en la que se han
hecho carne todas las esperanzas de los hijos de Dios, pues de ella nació
Jesús, el Salvador y Redentor. Jesús no sólo fue venciendo durante su vida
todos los enemigos del hombre, sino que muriendo y resucitando, venció al
último de ellos, la muerte. La resurrección de Jesús, lo que celebramos siempre
en la eucaristía, es el triunfo y la victoria que se anuncia para todos los
creyentes. Hoy, como otra primicia más de esa conquista de Jesús Resucitado,
celebramos la Asunción de María. Desde muy temprano los cristianos colocaron
junto a la resurrección de Jesús la dormición y Asunción de la Virgen para que
no olvidemos que ella, María, es figura y primicia de la Iglesia que un día
será glorificada; y sobre todo que ella es el gran consuelo y la esperanza de
nosotros, el pueblo todavía peregrino en la tierra • AE
___
[1]
Cfr. Gen 3,15.
[1]
Cfr. Apoc 11, 19; 12, 1-6.10.
[1] Cfr. Misal Romano, Prefacio: La
gloria de la Asunción de María.
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