G. David (1460–1523),
La transfiguración de Cristo (1523), óleo sobre tela,
Iglesia de nuestra Señora, Brujas
(Bélgica).
...
Llega el Reino de
Dios en ese rostro
que es imagen
impalpable de la Esencia,
y de la ruta humana
fatigosa
el remate feliz, la
paz perfecta.
Viene la Parusía
cuando brillas
y el más allá se
alcanza en tu presencia,
que al tiempo eres
origen y principio,
Dios de Dios, Luz
de Luz, Alfa y Omega.
¡Qué bien aquí,
eternamente aquí,
contigo que eres
Dios y tienes tienda
que hemos de hacer
nosotros para ti,
aquí para gozar tu
gloria eterna!
¡Oh Luz anunciadora
del secreto,
oh Viviente
inmortal que te revelas,
oh deseado cuerpo
de mi Dios!,
Pedro, Santiago y
Juan de ti destellan.
A nadie lo digáis
hasta el momento,
dejad que el Hijo
como siervo muera,
y aguardad que ya
llega, ya ha estallado
la gloria que desea
quien espera.
Jesús transfigurado
y verdadero,
saciado de dolor y
de belleza,
¡te bendecimos,
santo, santo, santo,
y te cantamos, Dios
de nuestra tierra! Amén •
P. Rufino María
Grández, ofmcap,
6 marzo 1982
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