Por qué dudaste? La misma pregunta que el Señor hace a Pedro atraviesa toda la historia
como fuera una línea de pólvora y viene y se pone delante de ti y de mí ¿Por qué dudaste? No es fácil responder.
Primero hay que guardar un respetuoso silencio. Y es que a veces las más hondas
convicciones se nos desvanecen y los ojos del alma se nos hacen turbios sin
saber exactamente por qué. Cosas que antes aceptábamos con valentía empiezan a
debilitarse y hay dentro de nosotros una pequeña gran tentación de abandonarlo
todo, de empezar a no creer. Otras veces, el misterio de Dios se nos hace abrumador.
Y es que difícil cosa es abandonarnos al misterio. La razón sigue buscando una
luz clara que dirija el camino, y si a esto le sumamos la superficialidad y
ligereza con la que vivimos y el culto que le damos a ¡tantos ídolos! No es extraño
que a ratos tengamos la sensación de haber perdido realmente a Dios. Si somos
sinceros hemos de confesar que hay una distancia enorme entre el creyente que decimos
ser y el realmente somos. ¿Qué hacer entonces cuando descubrimos en nuestro
interior una fe frágil y vacilante, una llama que casi se apaga? Lo primero es
no desesperarnos, ni asustarnos al descubrir dudas y momentos obscuridad. La
búsqueda de Dios se vive casi siempre en la inseguridad, la oscuridad y el
riesgo. A Dios, a ratos, lo buscamos a tientas, a tropezones; al final la fe brilla
cuando hemos atravesado, a pie, el desierto de la duda y la oscuridad #lavidamisma
Poco a poco, día a día, hemos de aceptar el misterio de Dios con un corazón
abierto. Nuestra fe depende de la verdad de nuestra relación con el Señor, con
la alegría de que podemos vivir y relacionarnos con Él y amarlo y sentirnos
amados por Él sin que nuestros
interrogantes y dudas se encuentren resueltos por completo. Sí, leíste bien: es
posible vivir con Dios y en su presencia y caminando en terreno resbaloso. Aquí
lo que importa es saber gritar como Pedro una y otra vez: Sálvame, Señor[1].
Saber levantar hacia Él nuestras manos vacías, no sólo como gesto de súplica
sino también y sobre todo como un gesto de entrega confiada de quien se sabe
pequeño, ignorante y necesitado de salvación[2]. Lo
de la canción ésa tan bonita y tan popular, tan de parroquia: entre tus manos está mi vida Señor /entre
tus manos pongo mi existir… La fe es caminar sobre agua, con todo el miedo
y la inseguridad que eso conlleva, sí, pero con la esperanza cierta de
encontrar esa mano que nos salva del hundirnos por completo • AE
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