¿Cuál es el tesoro escondido, del que habla Jesús, “tesoro escondido”,
leit-motiv del poema? Es el Evangelio; es Jesús mismo. Hacemos pues unas variaciones
sobre este punto central. Evocamos aquel texto de san Pablo: Leedlo y veréis
cómo comprendo yo el misterio de Cristo, que no había sido manifestado a los
hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus
santos apóstoles y profetas... (Ef 3,4-5). Estos profetas son los profetas del Nuevo Testamento. El pasaje hace eco a aquellas palabras
del Evangelio: Pero bienaventurados vuestros ojos porque ven y vuestros oídos
porque oyen. En verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que
veis y no lo oyeron, y oí lo que oís y no lo oyeron (Mt 13,16-17)
Tesoro escondido
en la Eucaristía,
aquí noche y día
presencia y latido.
Divino Evangelio,
tesoro escondido,
los cielos y tierra
jamás fueros dignos
de oír tal noticia,
de ver tal prodigio:
Jesús lo ha anunciado:
yo lo he recibido.
El Verbo del Padre
tesoro escondido,
no cabe en el cosmos
y cabe en mí mismo.
Muy dentro del alma
de mí lo más mío,
plantó su morada
y habita conmigo.
Dios es su Palabra,
tesoro escondido;
profetas y reyes,
por Dios bendecidos,
no vieron ni oyeron;
yo sí lo he oído,
que Dios en Jesús
Dios carne se hizo.
La Virgen purísima
lo lleva consigno;
lo cree y lo adora,
tesoro escondido.
María nos marca
lo que es el camino:
la fe y obediencia
y afecto purísimo.
Él vive, él está,
tesoro escondido,
y llena la tierra,
yo soy su testigo.
Jesús es el cielo,
que al suelo ha venido,
yo soy su discípulo
y yo lo predico.
Jesús, mi Jesús,
mi Dios escondido,
Jesús proclamado
a todos los siglos.
A ti me consagro,
pues tú lo has querido;
tu gracia me basta:
guárdame contigo. Amén •
P. Rufino Mª Grández, ofmcap.
Puebla, 22 julio 2011.