¿No sabes, hombre, que cada
día adeudas a Dios las primicias de tu corazón y de tu voz? La mies madura cada
día; cada día madura su fruto. Por eso, corre al encuentro del sol que sale...
El sol de la justicia quiere ser anticipado; no espera otra cosa... Si tú te
adelantas a este sol que va a salir, recibirás como luz a Cristo. Será
precisamente él la primera luz que brille en lo más íntimo de tu corazón. Será
precisamente él quien (...) haga brillar para ti la luz de la mañana en las
horas de la noche, si reflexionas en las palabras de Dios. Mientras tú
reflexionas, se hace la luz... Muy de mañana apresúrate a ir a la iglesia y
lleva como ofrenda las primicias de tu devoción. Y después, si los compromisos
del mundo te llaman, nada te impedirá decir: mis ojos se adelantan a las vigilias meditando tu promesa, y con la
conciencia tranquila te dedicarás a tus asuntos ¡Qué hermoso es comenzar la
jornada con himnos y cánticos, con las bienaventuranzas que lees en el
evangelio! Es muy saludable que venga sobre ti, para bendecirte, el discurso
del Señor; que tú, mientras repites cantando las bendiciones
del Señor, tomes el compromiso de practicar alguna virtud, si quieres tener
también dentro de ti algo que te haga sentir merecedor de esa bendición divina
(San Ambrosio, Comentario al salmo 118) •
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