M. Cabrera, Alegoría del Corazón de Jesús, óleo sobre tela,
Museo Andrés Blaisten, Ciudad de México.
Vuelo en alas del amor por toda
la casa. Tengo la impresión de andar dos pasos por el suelo y cuatro por el
aire. Esto es amor: Y es consuelo. No me preocupo si es consuelo. No estoy
apegado a las consolaciones. Amo a Dios. El amor me lleva por todas partes. No
quiero hacer nada más que amar. Y cuando suena la campana tengo que dominarme
apretando los dientes, porque este amor, amor secreto, amor escondido y amor
oscuro, bulle dentro de mí y fuera de mí, donde no me cuido de hablar sobre él.
En todo caso carezco de tiempo y de fuerzas para tratar tales materias. Sólo me
queda tiempo para la eternidad, es decir, para el amor, el amor, el amor. El
amor me empuja por todo el monasterio, me hace moverme de un lado a otro, el
amor es lo único que me permite seguir adelante. El amor, cuando comienza,
lleva un paso tan rápido que hay que sujetarse bien para no caer. Cualquier
ritmo de celeridad es demasiado lento para el amor; en tanto que ninguna
velocidad es excesiva para uno cuando se deja arrastrar por el amor. Tras ello
sólo queda bogar de continuo sobre su corriente. Esto me abrasa. Estoy
completamente agostado por el deseo, y sólo acierto a pensar en una cosa: permanecer
en el fuego que me quema • T. Merton
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