In this morning’s gospel reading we find
Nicodemus struggling to understand when Jesus tells him that he must be born
from above, born of the Spirit. In response, Nicodemus asks ‘How can that be
possible?’ Nicodemus is an example of someone who struggled to come to faith;
he struggles to become a disciple of Jesus. He was drawn to Jesus but he could
not quite grasp what Jesus was asking of him, not initially at least. Yet,
Nicodemus did not give up on Jesus and the last we see of him in John’s gospel
is at Golgotha where, after the death of Jesus, he and Joseph of Arimathea
ensure that Jesus has a dignified burial. It seems that in the course of Jesus’
public ministry he gradually grew in his relationship with Jesus; he allowed
himself to be drawn to Jesus more fully. The journey of faith is not always
straightforward. Like Nicodemus we can find ourselves at an impasse. His
question, ‘How can that be possible?’ becomes our question. Yet, all we can do
is stay with our questions and be faithful to our search. The Lord will do the
rest. If we are open and honest, the Lord will draw us to himself in time, in
his time and in ours • AE
...
En su conversación con Nicodemo, Jesús le
habla también del Espíritu, pero Nicodemo no entiende. En esa cerrazón mental
también nos parecemos a Nicodemo. No alcanzamos a comprender a Jesús. Y con
Nicodemo elevamos la desafiante pregunta: ¿Cómo puede ser eso? Y el Señor, que
ve más allá de las palabras, percibe qué postura se esconde en cada forma de
preguntar. En efecto, algunos preguntan por simple curiosidad. Les seduce lo
insólito y desconocido; sobre todo si va acompañado de su correspondiente dosis
de morbo y entretenimiento. Sólo pretenden satisfacer la necesidad de contar
con alguna información. No buscan sino rellenar un hueco vacío y por eso lanzan
una pregunta, que normalmente suele ser superficial. Otros preguntan con
desconfianza y desde la autosuficiencia. Se sienten como quienes vienen de
vuelta de muchas cosas. Disparan sus preguntas con venenosas cargas de
profundidad. Las suyas no son propiamente preguntas, sino juicios que destilan
desdén y cinismo. Con ello sólo consiguen cortar la conversación. También los
hay que preguntan con escepticismo. Presuponen que no existe algo distinto de
lo que ellos ya han concebido en su cabeza. Suelen ser buenos observadores pero
malos intérpretes. No buscan más. Finalmente, algunos preguntan en actitud
sencilla, desde la apertura desarmada. Reconocen que las cosas rara vez son lo
que parecen y muestran su deseo de aprenderlo todo del Maestro. Ellos,
solamente ellos, son los que en silencio le escuchan con atención. Y se
transforman en discípulos. Les convierte en discípulos no el carecer de
preguntas, sino su forma de preguntar. De desata así la obediencia de la fe, la
coincidencia en la luz. Lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es
el océano. Si nos convertimos en discípulos, en las páginas de nuestra
biografía personal, además de alguna tachadura, llegaremos a encontrar, sobre
todo, signos de interrogación y admiración • AE
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