This evening we begin the holy days of the Paschal Triduum, ending Lent and walking with Jesus to his death and resurrection. These days are about Jesus. But, we too, in the company of Jesus, have our part in the story. Why? Because, we live daily the Paschal Mystery of Life, Death and Resurrection. As we pray with today’s readings, we can use our imagination and enter the scenes presented to us through Scripture. Today, we recall God’s loving, ancient fidelity. Let us be with Jesus in the breaking of bread, and as he washes and dries the feet of the apostles. How can we be with Jesus by being bread for others, and servant, as a sign, symbol and sacrament of Christ’s presence? To be Eucharist! Through our baptism, are we not anointed to be his presence and to carry on the work of the Gospel? We were anointed to carry on all that we have been taught as disciples. We are invited to be as he was. Our lives are given and shared, broken and eaten in loving service and too, at times, sacrifice. Also, today the sacred oils were blessed at the Chrism Mass. These oils are the sacramental sign and symbol for anointing at life’s important moments, recognizing God with us. These are times when we are blessed with the oils recognizing a sacramental, holy life at birth, illness, death, commitment, and the call we each have to discipleship, in whatever path we choose. The Spirit of the Lord is upon us because we have been anointed! May this Easter Triduum be an opportunity to be with Jesus, as we hear his story, reflect on his arrest, betrayal, trial, death and pray with him into the joy of his resurrected presence — one day at a time. May we stand in awe of this great gift of the Paschal Mystery. May we know God’s loving fidelity. Jesus asks, “Do you realize what I have done for you?” • AE
Hoy, Jueves Santo, nos preguntamos: ¿Qué es lo que Jesús nos pidió antes de morir? ¿En qué consistió su mensaje? No hay un testamento más sencillo. Todo se resume en una sola palabra: "Amor”. Hoy no entendemos esta palabra. Este verbo existe en todas nuestras lenguas. Lo usamos continuamente, pero no estamos seguros de comprender su significado. Jesús no pierde el tiempo en explicarnos la diferencia que hay entre el amor-eros, el amor-filía y el amor-agápe, por seguir una división clásica, sino que se quita el manto, se ciñe una toalla y se pone a lavar los pies a sus discípulos. Así que, en todas las lenguas del mundo, ayer, hoy y mañana, amar significa "lavar los pies", despojarse de la propia condición y ponerse a la altura de los pies, que es la altura más baja imaginable. ¿No es una suprema lección para nosotros y que sin ella, no entenderíamos bien qué significa la eucaristía? De hecho, como sabemos bien, en el evangelio de san Juan no hay una narración sobre la eucaristía (como sucede en los sinópticos), sino que aparece este relato que es precisamente el que leemos en el evangelio de hoy. Lavar los pies es imposible para quien cuenta sólo con su buena voluntad o sus impulsos altruistas. Jesús lo sabe. Por eso él mismo pone el ejemplo. Jesus se hace eucaristía y se nos da en el pan y en el vino. Entrando en comunión con él, participamos de su vocación de "lavador de pies". Sin eucaristía no hay entrega duradera. Y para que haya eucaristía se necesitan algunos sirvientes que acepten el encargo de repartirla "en el nombre de Jesús". He aquí la estrecha relación entre el testamento de amor, el sacramento de la eucaristía y el sentido del ministerio eclesial. Que la lengua humana cante, pues, este misterio, la preciosa sangre y el precioso cuerpo. Es Jueves Santo • AE
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