Alonso López de Herrera, The Resurrection of Christ (1625), oil in wood,
Museo Nacional de Arte (Mexico City)
Christians, to the Paschal Victim
offer sacrifice and praise.
The sheep are ransomed by the Lamb;
and Christ, the undefiled,
hath sinners to his Father reconciled.
Death with life contended: combat strangely ended!
Life's own Champion, slain, yet lives to reign.
Tell us, Mary: say
what thou didst see upon the way.
The tomb the Living did enclose;
I saw Christ's glory as He rose!
The angels there attesting;
shroud with grave-clothes resting.
Christ, my hope, has risen:
He goes before you into Galilee •
Victimae Paschali Laudes is one of only four medieval sequences that were preserved in the Missale Romanum published in 1570 after the Council of Trent (1545–63)
This is the day the Lord acted! This is Easter day! In a time of sickness and death, a time of economic chaos and disruption, a time when ordinary patterns of human interaction – even the patterns of worship of God – have all been disordered by a global pandemic. It is as if the whole of humanity has entered a boat together, but each along, to sail through an unpredicted storm, on an ocean that was already deep, dangerous, and seems to have no boundaries. Our Holy Father Pope Francis pointed this out several weeks ago when he granted the special blessing to the “city and the world.” We are a people lost at sea[1]. So, where do we look for meaning and consolation in such a frightening time? The Christian Tradition sees this moment in the paradigm of Jesus’ Passion and Death. This is a moment when the body of humanity is enduring the ultimate chaos that signals a way of death; signals the passing away of what has “always” been. We are, frankly, at sea without stars to guide us. Jesus, the Second Person of God, entered the human experience in the body of a human woman, was born into humanity out of the chaos of the waters, and then lived into the soul wrenching, body destroying murder of that same human life by the agents of sin and death – injustice and violence, lying and cruelty, corruption and greed. The leadership structures of societies colluded with sin. Weak and frightened humans, denied, lied and betrayed Jesus. He who was God-become-human lived into our radical vulnerability and lived through death itself. Just as he chose to be born in water, He chose to allow the chaos of evil to drown his human life. Making both choices as one choice, trusting that God is ultimately in charge of all creation and will bring victory from what appears to be certain defeat. Easter is the ultimate reality. At whatever point we are in creation history, the mystery we celebrate in Easter is what finally IS. Easter promises those who have entered the waters of baptism the ultimate outcome of victory if we choose to believe and live into God’s Reign on earth, as it is in Heaven. Jesus challenges us to not be afraid; even Covid is subordinate to the will and plans of the Father. The waters of chaos, filled with the Breath of God, have become the waters of baptismal life through the death and resurrection of the God/human, Jesus the Christ. He is Risen! He is Risen, indeed! Alleluia! Alleluia! • AE
La bella flor que en el suelo
plantada se vio marchita
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
De tierra estuvo cubierta,
pero no fructificó
del todo, hasta que quedó
en un árbol seco injerta.
Y, aunque a los ojos del suelo
se puso después marchita,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
Toda es de flores la fiesta,
flores de finos olores,
mas no se irá todo en flores,
porque flor de fruto es ésta.
Y, mientras su Iglesia grita
mendigando algún consuelo,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
Que nadie se sienta muerto
cuando resucita Dios,
que, si el barco llega al puerto,
llegamos junto con vos.
Hoy la Cristiandad se quita
sus vestiduras de duelo.
Ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo. Amén •
de la Liturgia de las Horas
...
Es Domingo de Pascua. Este es el día en que actuó el Señor. Es un día de profunda y serena alegría. Hagamos a un hago el (penoso) circo mediático en el que nos hemos visto envueltos y volvamos al silencio alegre, a la esperanza llena de luz. La razón es sencilla: la resurrección de Jesús nos descubre, antes que nada, que Dios es alguien que pone vida donde los hombres ponemos muerte. Alguien que genera vida donde los hombres la destruimos. Tal vez nunca la humanidad, amenazada de muerte desde tantos frentes y por tantos peligros que ella misma ha desencadenado, ha necesitado tanto como hoy hombres y mujeres comprometidos incondicionalmente y de manera radical en la defensa de la vida. Esta lucha por la vida debemos iniciarla en nuestro propio corazón, el campo de batalla en el que dos tendencias se disputan la primacía: el amor a la vida y el amor a la muerte. Desde el interior mismo de nuestro corazón vamos decidiendo el sentido de nuestra existencia. O nos orientamos hacia la vida por los caminos de un amor creador, una entrega generosa a los demás, una solidaridad generadora de vida... O nos adentramos por caminos de muerte, instalándonos en un egoísmo estéril y decadente, una utilización parasitaria de los otros, una apatía e indiferencia total ante el sufrimiento ajeno. Ahí está la gran disyuntiva. Es en su propio corazón donde el creyente, animado por su fe en el resucitado debe vivificar su existencia, resucitar todo lo que se le ha muerto y orientar decididamente sus energías hacia la vida, superando cobardías, perezas, desgastes y cansancios que nos podrían encerrar en una muerte anticipada. Pero no se trata solamente de revivir personalmente sino de poner vida donde tantos ponen muerte. La pasión por la vida propia de quienes creemos en la resurrección debe impulsarnos a hacernos presentes allí donde se produce muerte, para luchar con todas nuestras fuerzas frente a cualquier ataque a la vida. Esta actitud de defensa de la vida nace de la fe en un Dios resucitador y amigo de la vida. Quizás sea ésta la pregunta que debamos hacernos esta mañana de Pascua: ¿Sabemos defender la vida con firmeza en cualquier circunstancia? ¿Cuál es nuestra postura personal ante las muertes violentas, el aborto, la destrucción lenta de los marginados, el genocidio de tantos pueblos, la instalación de armas mortíferas sobre las naciones, el deterioro creciente de la naturaleza? • AE
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