Rembrandt Harmenszoon van
Rijn, Cabeza de Cristo (1650),
óleo sobre tela, Metropolitan Museum of Art (Nueva
York)
...
Sal de la tierra, Señor,
yo soy porque tú lo eres,
porque contagias y quieres
que contigo dé sabor.
Sal que, al salar, purifica
y evita la corrupción,
y pone en el corazón
la gracia que santifica.
Y también, Jesús, me atrevo
a decirte que soy luz,
si yo me ciño a tu cruz
y en tus palabras me abrevo.
Suave luz en el sendero,
seguridad en la duda,
y paz a quien a mí acuda…,
como hermano y compañero.
Tú, Jesús, lo estás
diciendo,
y yo lo quiero escuchar,
al tiempo que de tu altar
tú me envías bendiciendo.
Salgo humilde y decidido,
con una mirada nueva
para ir donde me lleva
la misión que he recibido.
Luz del mundo quiero ser,
aunque sea en una aldea;
que se entere el que me vea.
que Cristo es la luz de ver.
Somos hijos de la luz,
regalo de cada día:
mi luz es la Eucaristía,
¡oh Jesús…!, mi gratitud.
Amén •
P. Rufino Mª Grández,
ofmcap.
Puebla, 1 febrero 2011.
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