Diego Velázquez, La rendición de Breda (o
Las lanzas),
óleo sobre lienzo (1635) Museo del Prado (Madrid).
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El sol radiante no sabe
quién es malo, quién es bueno:
Dios Padre desde su seno
es de todos Padre suave.
Ojo por ojo en la injuria,
quedaremos todos ciegos;
diente por diente en la ofensa,
y sin dientes quedaremos;
y pecado por pecado,
más pecadores seremos.
¡Oh Jesús, misericordia,
en este gran desconsuelo!
El sol radiante no sabe
quién es malo, quién es bueno:
Dios Padre desde su seno
es de todos Padre suave.
Mi corazón tan herido
en su raíz muy adentro,
siente el pecado bramar,
que en mí siento el mundo enfermo.
Soy pecador en lo oscuro,
por eso soy justiciero.
¡Oh Jesús, mi santidad,
tú conoces mi deseo!
El sol radiante no sabe
quién es malo, quién es bueno:
Dios Padre desde su seno
es de todos Padre suave.
No odiarás al enemigo,
le darás perdón sincero,
lo amarás como en la cruz
yo amaba por ti muriendo.
El amor es el milagro,
primicia del mundo nuevo.
¡Amador a lo imposible,
abre, Jesús, tu secreto!
El sol radiante no sabe
quién es malo, quién es bueno:
Dios Padre desde su seno
es de todos Padre suave.
Oh Padre, mi perfección,
tu corazón yo lo quiero,
y todo tu corazón
como mi solo modelo.
Tu corazón, Padre mío,
fue en Jesús el Evangelio;
¡y es mi vida por tu gracia,
Padre…, Padre…, Padre bueno!
P. Rufino Mª Grández, ofmcap.
14 febrero 2011
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A propósito de la ilustración de esta entrada.
Felipe IV nombró jefe supremo de la
expedición a Breda al mejor estratega a su servicio conocido en aquella época,
al aristócrata genovés Ambrosio de Spinola, que se puso al mando de 40.000
hombres. La ciudad de Breda estaba defendida por Justino de Nassau, de la casa
de Orange. El cerco y sitio a la ciudad fue una lección de estrategia militar.
Algunos generales de otras naciones acudieron allí en calidad de lo que hoy se
entiende como «agregado militar», para conocer y observar la táctica del gran
Spinola. Lo principal era impedir que hasta el sitio llegaran refuerzos de
víveres y municiones. Las crónicas de la época cuentan que la defensa de Breda
llegó a ser heroica, pero la guarnición tuvo que rendirse y levantar la
bandera. Justino de Nassau capituló el 5 de junio de 1625. Fue una capitulación que el ejército español reconoció como tal, admirando en su enemigo la valentía
de los asediados. Por estas razones permitió que la guarnición saliera formada
en orden militar, con sus banderas al frente. Los generales españoles dieron la
orden de que los vencidos fueran rigurosamente respetados y tratados con
dignidad. Las crónicas cuentan también el momento en que el general español
Spinola esperaba fuera de las fortificaciones al general holandés Nassau. La
entrevista fue un acto de cortesía, y el enemigo fue tratado con
caballerosidad, sin humillación. Este es el momento histórico que eligió
Velázquez para pintar su cuadro.
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