Palabras viejas siempre nuevas (IV Domingo de Adviento. Ciclo A)



Llegamos al final del tiempo del Adviento. Celebramos el cuarto domingo y prácticamente las vísperas de la Natividad del Señor. Hoy podríamos preguntarnos cómo vamos a anunciar una alegría grande a todo el mundo cuando sabemos que la vida es para miles (¿millones?) una amenaza continua de inseguridad, de sinsentido y de miedo; cómo vamos a cantar la paz en la tierra cuando vivimos envueltos en crueles imágenes de guerra y terror, y sobre todo quién podrá consolar nuestro corazón del cansancio y la desilusión. Hace unos años Rahner escribió algo que sería maravilloso volver a meditar en estos días: «Cuando al pobre corazón le parece que lo que anuncia la Navidad es demasiado bello para ser verdad, entonces la voz del corazón debe atender con más urgencia al mensaje del Niño que ha nacido hoy». La Navidad nos dice, en primer lugar, quién es Dios. Hay algo muy metido en nosotros que nos lleva a imaginarlo omnipotente, eterno y lejano. Sin embargo, Dios es diferente de lo que nosotros pensamos de él. Dios no es un invento de los teólogos; es algo misterioso e increíble que ha llevado a Dios a compartir nuestra existencia: se hizo carne –y sangre- como cada uno de nosotros ¿No es una suerte que Dios sea así? Navidad nos revela, al mismo tiempo quién es el hombre. Sentimientos contrarios se entremezclan dentro de mí estos meses: decepción y confianza, pena por el ser humano y deseo grande de paz, desilusión y secreta esperanza: no puedo «entender» la lógica de los poderosos de la Tierra y me apena el silencio de los hombres de bien. La Navidad nos dice que la aventura humana no es un fracaso; que no estamos solos en manos del mal; que Dios sufre con nosotros y que nos acompaña en el camino hacia la vida eterna. Desde el desamparo del Pesebre hasta el asesinato de la Cruz, Cristo no dice otra cosa. ¿De quién nos puede llegar la salvación si no es de Él? No es fácil pronunciar hoy esta palabra, pero tiene razón Gesche cuando afirma que «la idea de salvación merece ser escuchada de nuevo como una de esas viejas palabras que vuelven a resonar en nosotros porque todavía tienen algo que decirnos». El mundo busca salvación pero no sabe hacia dónde dirigir su mirada. ¿Nos atreveremos a detenernos un momento y a mirar con calma y atención a ése Dios que pronto vendrá a nosotros como un niño recién nacido? • AE

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