María es la cantora de la
Iglesia,
salmista y profetisa y citarista,
salterio de David para nosotros,
narrando a Dios la Historia del
Mesías.
María es la cantora del Espíritu,
la voz para su Hijo, que la
habita,
y a Él, su Salvador, ofrece el himno
que Dios puso en el germen que
palpita.
María es la canción de los
humildes,
la gracia con el mundo en
armonía,
el cántico del culto en el
Espíritu,
liturgia viva y nueva sinfonía.
María es mi canción – ¡albricias,
Madre! –
¡Magníficat del Verbo que venía!,
pureza del Cordero inmaculado,
que Esposa y Madre suya la
quería.
Discípulos de un canto regalado,
la vida se hizo amor y poesía,
cantemos, celebremos, adoremos,
la voz con el aliento de María.
La santa Trinidad es nuestro
templo:
honor y danza y manos extendidas:
¡mi Dios, Jesús, oh Niño de
Belén,
victoria en Cruz, y vida sin
medida! Amén •
P. Rufino María Grández, ofmcap.
Puebla, 21 diciembre 2010.
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