Nacidos del amor para la
vida,
vivieron un amor nunca
acabado,
murieron un amor crucificado
en una carne débil no
abatida.
Hirieron con la sangre de su
herida
el animal salvaje del
pecado,
floreció su bautismo en el
Amado
con una santidad
comprometida.
Hombres como nosotros,
compañeros
del silencio extasiado o de
la guerra,
en la fatiga de todos los
senderos.
Danos, Padre, gozar su
compañía,
ser testigos del cielo aquí
en la tierra
y, como ellos, vivir en
agonía. Amén •
Himno del Oficio de Laudes
de la Liturgia de las
Horas.
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