El que todo lo tenía
no tenía corazón,
¡qué digno de compasión
el que rico parecía!
Yo no te pido riquezas,
Señor de todos los bienes;
te pido lo que tú tienes,
la mayor de tus grandezas.
Yo te pido corazón,
que tú solo puedes dar:
un corazón para amar
y para amar con pasión.
Un corazón como el tuyo,
corazón enternecido,
que para mí siempre ha sido
corazón en que me arrullo.
Corazón que en mi pecado
siempre abierto lo encontré,
y si cosa buena obré
allí dentro la he gozado.
Un corazón para el mundo,
que abraza las religiones,
porque eres Dios de perdones
en labios de un moribundo.
Tu corazón es Jesús,
y ya no hay más que buscar,
que amar es dejarse amar:
tu corazón es la Cruz.
Un corazón para el pobre,
que Lázaro se llamaba,
y echado a la puerta estaba
por un mendrugo que sobre.
Mas no de sobras, Señor,
mi corazón se contenta,
para mí sería afrenta
dar lo que irá al vertedor.
Mi corazón todo entero,
quiero dar cuando me doy,
y quiero ser lo que soy
al darme todo y sincero.
Tú te diste sin medir
cuál sería mi respuesta;
tu amor, por eso, es mi fiesta
en la que quiero vivir.
Los anfitriones del cielo
serán vecinos de aquí;
que nunca, ¡pobre de mí!
se me esconda este consuelo.
¡Jesús de las manos puras,
Jesús pobre y don divino,
enséñame tu camino,
ábreme las Escrituras Amén •
P. Rufino Mª Grández, ofmcap.
Puebla de los Ángeles, 22 septiembre 2010