El pobre Lázaro está allí mismo, muriéndose de hambre,
pero el rico evita todo contacto y sigue viviendo espléndidamente ajeno a su
sufrimiento[1].
No atraviesa esa puerta que le acercaría al mendigo. Al final descubre
horrorizado que se ha abierto entre ellos un inmenso abismo. Esta parábola, la
única en la que el personaje tiene un nombre concreto –Lázaro- es la crítica
más implacable de Jesús a la indiferencia ante el sufrimiento del otro. Junto a
nosotros hay cada vez más inmigrantes, con la diferencia de que no son
personajes de una parábola: son hombres y mujeres de carne y hueso. Están aquí
con sus angustias, necesidades y esperanzas. ¿Estamos aprendiendo a acogerlos o
seguimos viviendo nuestro pequeño bienestar, indiferentes por completo a su
sufrimiento? Esta indiferencia sólo se disuelve dando pasos que nos acerquen a
ellos. Tal vez, podemos comenzar por aprovechar cualquier ocasión para tratar
con alguno de ellos de manera amistosa y distendida, y conocer de cerca su mundo
de problemas y aspiraciones ¡Que fácil es descubrir que todos somos hijos e
hijas de la misma Tierra y del mismo Dios! Es elemental no ironizar sobre sus
costumbres ni burlarse de sus creencias. Pertenecen a lo más hondo de su ser.
Muchos de ellos tienen un sentido de la vida, de la solidaridad, la fiesta o la
acogida que enriquecería nuestra cultura. Hemos de evitar todo lenguaje
discriminatorio para no despreciar ningún color, raza, creencia o cultura. Cómo
humaniza convencerse vitalmente de la riqueza de la diversidad. Ha llegado el
momento de aprender a vivir en el mundo como la casa común de todos que tanto
le gusta mencionar al santo Padre Francisco • AE
[1]
La razón de denominar epulón al rico no es muy evidente, pero es tradicional,
aunque no se le nombra así en el texto evangélico. Epulón es el nombre de uno
de los rangos dentro de los cuatro colegios sacerdotales romanos; pero como
adjetivo el Diccionario de la Real Academia lo define como hombre que come y se
regala mucho. Por otro lado épulos eran los convites sagrados a cuyo cargo
estaban los epulones romanos. Posiblemente, la adición del nombre epulón se
debe a Pedro Crisólogo, arzobispo de Rávena del siglo V.
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