Tenemos
revistas de amor, canciones de amor, películas de amor, citas de amor, cartas
de amor, pero, ¿Qué es el amor? ¿cómo se vive y se alimenta el amor? Cualquier
observador de nuestra sociedad sabe que tantas cosas a las que se llama hoy
amor no son en realidad sino otras tantas formas de desintegrar el verdadero
amor. Hay quienes llaman amor al contacto fugaz y trivial de dos personas que
se disfrutan mutuamente pero que están vacías de generosidad y de
compromiso. Para otros, amor no es
sino una hábil manera de someter a otro a sus intereses ocultos y sus
satisfacciones egoístas. No pocos creen vivir el amor cuando sólo buscan en realidad
un refugio y un remedio para una sensación de soledad que, de otro modo, les
resultaría insoportable. Bastantes creen encontrar el amor en una relación
satisfactoria donde la mutua tolerancia y el intercambio de satisfacciones los
une frente a un mundo hostil y amenazador. Pero en esta sociedad donde se corre
con frecuencia tras ese ideal descrito por A. Huxley del hombre bien
alimentado, bien vestido, sexualmente satisfecho y con posibilidad de
divertirse intensamente, son ya bastante los que experimentan lo que St.
Exupery pone en boca del Principito: «Los hombres compran cosas hechas a los
mercaderes. Pero, como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no
tienen amigos». Si queremos volver a vivir y a sentir, hemos de escuchar las palabras
de Jesús: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he
amado. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os
amáis unos a otros»[1]. Los
cristianos estamos llamados a distinguirnos no por un saber particular, ni por
la observancia de unos ritos o unas leyes. Nuestra verdadera identidad se basa
en nuestra manera particular de amar, por que vivimos con un amor
desinteresado, que sabe acoger y ponerse al servicio del otro, sin límites ni
discriminaciones; porque tenemos un amor que sabe afirmar la vida, el
crecimiento, la libertad y la felicidad de los demás. Esta es la tarea gozosa: del
creyente en esta sociedad donde se falsifica tanto el amor desarrollar nuestra capacidad
de amar siguiendo el estilo de Jesús. El que se adentre por este camino
descubrirá que sólo el amor hace que la vida merezca ser vivida y que sólo
desde el verdadero amor es posible experimentar la gran alegría de vivir. Lo demás,
son espejismos, llamaradas de petate, que decía mi nana Chuy • AE
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