¿Guardamos silencio? (IV Domingo de Pascua. Ciclo C)



Llegamos al cuarto domingo de Pascua, el hermosísimo domingo del Buen Pastor. "Mis ovejas escuchan mi voz". Es la voz del Señor. Nosotros, víctimas de una lluvia de palabras, voces y ruidos, corremos  el riesgo de perder nuestra capacidad para escuchar la voz que necesitamos oír para tener vida. ¿Cómo pueden resonar en esta sociedad las palabras de Jesús que leemos hoy en el  evangelio? "Mis ovejas escuchan mi voz... y yo les doy vida eterna". Apenas sabemos callar, estar atentos y permanecer abiertos a esa Palabra viva que está presente en lo más hondo de la vida y de nuestro ser. ¡Cuánto necesitamos esa pequeña pantalla llena de colores que se convierte con frecuencia en una  pantalla en sentido literal y estrict entre el individuo y la realidad! Ya no vivimos desde las  raíces de la misma vida. Hoy más que nunca necesitamos recuperar de nuevo el silencio y la capacidad de escucha; necesitamos recuperar el sentido de lo sagrado y de lo sobrenatural si no queremos ahogarnos en medio de tanta trivialidad. Necesitamos estar más atentos a la llamada de Dios, escuchar la voz de la verdad, sintonizar con lo mejor que hay en nosotros, desarrollar esa sensibilidad interior que  percibe, más allá de lo visible y de lo audible, la presencia de Aquel que puede dar vida a  nuestra vida. Decía Karl Rahner que «el cristiano del futuro o será un místico, es decir, una  persona que ha experimentado algo, o no será cristiano. Porque la espiritualidad del futuro no se apoyará ya en una convicción unánime, evidente y pública, ni en un ambiente religioso generalizado, sino en la experiencia y decisión personales». Lo que cambia el corazón del hombre y lo convierte no son las palabras, las ideas y las razones, sino la escucha sincera de la voz de Dios y la compañía de Jesús, Buen Pastor. Esa escucha sincera de Dios que transforma nuestra soledad interior en comunión  vivificante y fuente de nueva vida • AE

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