No basta criticar. No basta indignarse y pegar tres gritos en Twitter atribuyendo
a otros su responsabilidad. Ninguno podemos situarnos en una zona neutral de
inocencia. De una forma u otra todos somos culpables, y hoy más que nunca es
necesario que todos sepamos reconocer nuestra propia responsabilidad en los
conflictos. El Señor nos invita éste domingo a no pasarnos la vida denunciando
culpabilidades ajenas. Una actitud de conversión exige la valentía de reconocer
con sinceridad el propio pecado y comprometerse en la renovación de la propia
vida. Necesitamos sembrar y cuidar una nueva higuera, una que dé frutos nuevos
y buenos. Tenemos que aprender a vivir una vida diferente, no de acuerdo a las
reglas de juego que hemos impuesto en nuestra sociedad egoísta, sino de acuerdo
a valores nuevos y escuchando las aspiraciones más profundas del ser humano. “Si
ustedes no se arrepienten, perecerán de manera semejante”. Nos salvaremos si
llegamos a ser no más poderosos sino más solidarios. Creceremos no siendo cada
vez más grandes sino estando cada vez más cerca de los pequeños. Seremos felices
no teniendo cada vez más sino compartiendo cada vez mejor. Mejoraremos no si
vivimos gritando cada uno nuestras propias reivindicaciones y olvidando las
necesidades de los demás, sino sirviendo a los demás. La salvación nos llegará si
apartamos la mirada de lo que está de moda de aquello que nos parece trendy y ponemos atención al susurro del evangelio de Jesús[1]
• AE
No hay comentarios:
Publicar un comentario