Santa María de Guadalupe ¡dicha de nuestro corazón! (2018)


Hace cuatro y medio siglos que María Santísima nos hizo un don: nos visitó en una mañana inolvidable. Nuestro suelo se estremeció de respeto y de amor, el aroma de las rosas del milagro embalsamó el ambiente, las estrellas del cielo tuvieron brillos misteriosos y el esplendor de la hermosura de la Virgen llenó de luz el Continente Americano. Y la voz de María, dulce como una caricia maternal, profunda como un eco de la voz divina, resonó en nuestro suelo y nos dijo palabras de amor; nos dijo "pequeñitos y delicados"; declaró que "era nuestra Madre"; nos brindó sus ternuras y su regazo, y dijo que allí, en él, viviríamos siempre, y que no necesitaríamos de otra cosa... En aquella mañana radiante, la Patria mexicana en germen pudo decir: "¿de dónde a mí este honor y esta gloria, que la Madre de Dios venga a mí?". Y vino de una manera singular, dulce y maravillosa, Ella, la evangelizadora perfecta y la que nos trajo a Jesús, al Jesús de la Paz y al Jesús de la lucha, al Jesús del dolor y al Jesús de la gloria, y, siempre, al Jesús del Amor. Su visita no fue fugaz; no vino y se fue, ¡se quedó con nosotros! ¿Sabemos lo que entraña el misterio de su visita? Un mensaje de amor de la Madre divina; un templo que surge por la magia de su voz celestial; una fuente de gracias copiosísimas que brota de la Colina del Tepeyac. Y estas tres cosas simbolizadas y perpetuadas en esa Imagen: que es la urna de nuestros recuerdos, el centro de nuestras esperanzas, la dicha de nuestro corazón" • Mons. Luis María Martínez y Rodríguez, Arzobispo Primado de México, trigésimo segundo sucesor de Fray Juan de Zumárraga y custodio de la venerada imagen de la Virgen de Guadalupe del Tepeyac.


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