Acaso los que pretendieron convertir la casa
de Dios en una cueva de bandidos, consiguieron destruir el templo? Del mismo
modo, los que viven mal en la Iglesia católica, en cuanto de ellos depende,
quieren convertir la casa de Dios en una cueva de bandidos; pero no por eso
destruyen el templo. Pero llegará el día en que, con el azote trenzado con sus
pecados, serán arrojados fuera. Por el contrario, este templo de Dios, este
Cuerpo de Cristo, esta asamblea de fieles tiene una sola voz y como un solo
hombre canta en el salmo. Esta voz la hemos oído en muchos salmos; oigámosla
también en éste. Si queremos, es nuestra voz; si queremos, con el oído oímos al
cantor, y con el corazón cantamos también nosotros. Pero si no queremos, seremos
en aquel templo como los compradores y vendedores, es decir, como los que
buscan sus propios intereses: entramos, sí, en la Iglesia, pero no para hacer lo
que agrada a los ojos de Dios • San
Agustín de Hipona, Comentario sobre el salmo 130 (1-3: CCL 40, 1198-1200)
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