Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.
El Señor da a conocer su victoria;
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.
Creo en tu victoria, Señor, como si ya hubiera llegado, y lucho por ella
en el campo de batalla como si aun hubiera que ganarla con tu poder y mi
esfuerzo a tu lado. Esa es la paradoja de mi vida: tensión a veces, y certeza
siempre. Tú has proclamado tu victoria ante el mundo entero, y yo creo en tu
palabra con confianza absoluta, contra todo ataque y toda duda. Tu eres el
Señor, y tuya es la victoria. Sin embargo, Señor, tu tan anunciada victoria no
se deja ver todavía, y mi fe está a prueba. Ese es mi tormento. Proclamo la
victoria con los labios y lucho con las manos para que venga. Celebro el
triunfo y me esfuerzo por que suceda. Creo en el futuro y sudo en el presente.
Me regocijo cuando pienso en el ultimo día y me echo a temblar cuando me
enfrento a la tarea del día de hoy. Sé que pertenezco a un ejercito victorioso,
que al final, acabará por derrotar a toda oposición y conquistar todo el mundo;
pero caigo en el campo de batalla con sangre en el cuerpo y desencanto en el
alma. Soy soldado herido de un ejército triunfador. Mío es el triunfo y mías
las heridas. Piensa en mí, Señor, cuando anuncies tus victorias. Robustece mi
fe y abre mis ojos para hacerme ver que tu victoria ya ha llegado, aunque quede
velada bajo apariencias humildes que ocultan la gloria de toda realidad
celestial mientras seguimos en la tierra. Tu victoria ha llegado porque tú has
llegado; tú has andado los caminos del hombre y has hablado su lengua; tú has
gustado su miseria y has llevado a cabo su redención; tú has hallado la muerte
y has restaurado la vida. Sé todo eso, y ahora quiero hacerlo realidad en mi
vida para que yo mismo viva esa fe y todos sean testigos. Hazme gustar la
victoria en el alma para que pueda proclamarla con los labios. Entre tanto,
gozo viendo en sueño y profecía la victoria final que te devolverá la tierra
entera a ti que la creaste. Entonces todos lo verán y todos entenderán; la
humanidad se unirá, y todos los hombres reconocerán tu majestad y aceptarán tu
amor. Ese día es ya mío, Señor, en fe y esperanza • Carlos G. Vallés, Busco tu rostro. Orar los Salmos.
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