Las calles se llenan de luces, estrellas y árboles
de navidad. En muchas casas se
sacan con cuidado las piezas del nacimiento. Pocas veces nuestra sociedad
adquiere un carácter ornamental tan intenso, tan festivo. Y sin embargo, ¿qué
se encierra tras todos estos símbolos entrañables? ¿Qué lee el hombre actual en
esos signos? Se iluminan las ciudades con toda clase de luces y se encienden velas
en los hogares, pero apenas le recuerdan a nadie a Aquel que es la Luz del
mundo, el que ha venido a iluminar las tinieblas de nuestra existencia. Las
calles se llenan de estrellas, pero, ¿a cuántos les orientan hacia aquel portal
de Belén en el que nació el Salvador de la humanidad? Se colocan árboles de
Navidad en las plazas y en los rincones de los hogares, pero, ¿quién se detiene
a pensar que ese árbol simboliza a Jesucristo, el Árbol de la Vida, el Mesías
que trae nueva savia a los hombres? ¿Quién recuerda que ese árbol, lleno de
luces y regalos, es símbolo de Cristo, portador de luz y gracia para todos
nosotros? Pero, sobre todo, ¿nos detenemos a contemplar con fe el misterio que
se encierra el Nacimiento? Francisco de Asís inició la costumbre de poner el
Nacimiento, movido por el deseo de hacer más presente y real el misterio de la
Encarnación, experimentar directamente la alegría del nacimiento de Dios y
comunicar esa alegría a los amigos. De él cuenta Tomás de Celano que Francisco
contemplaba con alegría indescriptible el misterio de Belén. «Afirmaba que ésta
era la fiesta de las fiestas, pues en ese día Dios se hizo niño y se alimentó
de leche del pecho de su madre, lo mismo que los demás niños. Francisco
abrazaba con delicadeza y devoción las imágenes que representaban al Niño Jesús
y lleno de afecto y compasión, como los niños, susurraba palabras de cariño»[1].
Son muchos, sin duda, los factores que nos han hecho ciegos para leer los
símbolos navideños y detenernos ante ese Niño en el que no somos ya capaces de
percibir nada grande[2]. Por eso,
tal vez, la manera más auténtica de vivir nosotros esta Nochebuena sea pedirle
a Dios que nos regale esa sencillez y simplicidad de corazón que sabe descubrir
en el fondo de estas fiestas a un Dios entrañable y cercano • AE
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