Ramos y Pasión. Así es nuestra vida humana, llena de contrastes. La celebración
de éste domingo tiene palabras, sentimientos y tonalidades muy diferentes, casi
contradictorias: triunfo, pero con nubes de traición y de muerte en el horizonte;
procesión festiva de ramos y a la vez el relato de la Pasión del Señor; gritos
de alabanza y subida al Calvario. En menos palabras: gozo y tristeza, vida y
muerte, como nuestra vida que está tejida de contrastes, luces, contradicciones
e incoherencias. Cada uno vamos caminando con ramos de la bondad pero también
cargando la cruz del pecado y la desgracia. La celebración de este domingo nos
regala una luz y una fuerza diferentes. Si el júbilo de la entrada en Jerusalén
se puede ver oscurecida por las negras nubes de la Pasión y de la Cruz, hemos
de ver más allá: a Dios que resucita a Jesús, que enaltece al hombre humillado,
al hombre anonadado. Los días de la Semana Santa pueden ser una buena
oportunidad para contemplar al Señor que ha asumido la vida humana plenamente,
enteramente, completamente, con dolor y muerte incluidos. Y nuestra
contemplación de Cristo sólo será auténtica –no sólo un sueño piadoso- si nos
hace más humanos, si nos ayuda a asumir y cargar los dolores de la vida, a
luchar por para disminuir el sufrimiento de
los demás; a vivir nuestra vida, a veces marcada por las nubes y la
tempestad, con esperanza en el corazón,
una esperanza que no es solo un estado psicológico #wishfulthinking sino la
fuerza diaria para ver la vida con los ojos de Cristo, para amar a todos con su
corazón, dejándonos arrastrar por la fuerza de su Espíritu. Estemos donde
estemos los próximos días es posible celebrar la Semana Santa, es posible
contemplar a Cristo[1].
Quizá no podamos asistir a las celebraciones litúrgicas pero no habrá ninguna
situación que nos impida revivir a Cristo, renovando dentro de nosotros sus
sentimientos y actitudes. Los ramos nos llevarán al aleluya de la Pascua • AE
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