Desde lo más profundo grito hacia ti, Señor. Sea cual sea la
oración que yo haga, Señor, quiero que vaya siempre precedida por este verso: Desde lo más profundo. Cuando hablo
contigo Señor, mi oración brota de lo más profundo de mi ser, de la realidad de
mi experiencia y de la urgencia de mi salvación. Quiero que sea con toda mi
alma; pongo toda mi fuerza en cada palabra, toda mi vida en cada petición. Cada
oración que hago es el aliento de mi alma, el latir de mi corazón, el
testamento de mi existencia. En ella van mi derecho a vivir y mi esperanza de
eternidad. Quisiera que no fuera mera costumbre, rutina, necesidad de guardar
las apariencias o de dar buen ejemplo; no es eso lo que me hace buscar tu
presencia y caer de rodillas ante ti. Es la necesidad de ser yo mismo, en toda
la pobreza de mi ser y la grandeza de mi esperanza, la que me lleva a ti,
porque sólo ante ti en oración es como puedo encontrarme a mí mismo. Por eso
rezo, Señor. Conozco mi indignidad, Señor, conozco mi miseria, conozco mi
pecado. Pero también conozco la prontitud de tu perdón y la generosidad de tu
gracia, y eso me hace esperar tu visita con un deseo que me brota también de lo
más profundo de mi ser. Mi alma espera en
el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela
la aurora. Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora. Mira mi
interés, Señor, comprueba mi ansiedad. Te necesito como el centinela necesita
la aurora, como la tierra necesita el sol. Te necesito como el alma necesita a
su Creador. Cuando rezo, rezo con toda el alma, porque sé que tú lo eres todo
para mí y que la oración es lo que me une a ti un vinculo existencial y diario.
Por eso rezo, Señor. Y hoy quiero realzar ante mí y ante ti su sentido y su
importancia. Quiero que cada oración mía siga saliendo de lo más profundo de mi
ser, y para que tú sigas viendo en cada petición mía una petición en la que va
toda mi vida y todo mi ser. Desde lo más
profundo grito hacia ti, Señor • Carlos G. Vallés, Busco tu rostro. Orar los Salmos, Sal Terrae, Santander-1989, p.
243.
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