Piedras en panes y panes en piedras.


Si eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes. Es la primera de las tentaciones, que no hemos de interpretar tan a la ligera. Aparentemente a Jesús se le ofrece algo inocente y bueno: poner a Dios al servicio de su hambre, pero él reacciona de manera rápida y sorprendente: No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios, es decir, no hará de su propio pan un absoluto. No pondrá a Dios al servicio de su propio interés. Con su respuesta, el Señor nos remite a otro momento en el evangelio en el que nos invita –porque él lo hace antes y mejor- a buscar primero el reino de Dios y su justicia. Nuestras necesidades no quedan satisfechas solo con tener asegurado el pan de cada día. Necesitamos y anhelamos mucho más. Incluso, para rescatar del hambre y la miseria a quienes no tienen pan, hemos de escuchar primero a Dios para despertar en nuestra conciencia el hambre de justicia, la compasión y la solidaridad. Nuestra gran tentación es hoy convertirlo todo en pan. Reducir cada vez más el horizonte de nuestra vida a la satisfacción de nuestros deseos; vivir obsesionados por un bienestar siempre mayor o hacer del consumismo indiscriminado y sin límites el ideal casi único de nuestras vidas. Basta con echar un vistazo a los planes de Semana Santa ¿No estamos viviendo que una sociedad que arrastra a las personas hacia el consumismo sin límites y hacia una autosatisfacción que no hace sino generar vacío, egoísmo, insolidaridad e irresponsabilidad? ¿Por qué nos estremecemos por el número de suicidios? ¿Por que construimos casas con bardas cada vez más altas para protegernos de los malos? ¿Nos hemos preguntado qué los ha llevado a actuar así, es decir, a ser malos? La actuación del Señor en éste primer domingo de Cuaresma nos ayuda a detenernos un momento y a meditar. A tomar conciencia de que no solo de pan –y bienestar- vive el ser humano. Necesitamos cultivar el espíritu, conocer el amor y la amistad, desarrollar la solidaridad con los que sufren, escuchar nuestra conciencia con responsabilidad, abrirnos al Misterio último de la vida con esperanza • AE

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