Autor desconocido,
Tapa de un evangeliario
con escenas de la Crucifixión
y las mujeres en el
sepulcro, marfil y hueso, s. viii,
The Walters museum of art (Baltimore).
Mira tú qué cosas:
en la solemnidad de Cristo Rey del universo con la que la liturgia termina un
ciclo, nos encontramos con el relato de la crucifixión. Y quizá es así para que
los seguidores de Jesús no olvidemos que su reino no es un reino de gloria y de
poder, sino de servicio, amor y servicio. Malacostumbrados
como estamos a proclamar la «victoria de la Cruz», corremos el riesgo de
olvidar que el Crucificado nada tiene que ver con un falso triunfalismo que
vacía de contenido el gesto más sublime de servicio humilde de Dios hacia sus
criaturas. En otras palabras: La Cruz no es una especie de trofeo que mostramos
a otros con orgullo, sino el símbolo del amor crucificado de Dios que nos
invita a seguir su ejemplo. Cantamos, adoramos y besamos la Cruz de Cristo
porque en lo más hondo de nuestro ser sentimos la necesidad de dar gracias a
Dios por su amor insondable, pero no debemos olvidar que lo que nos pide el
Señor no es besar la Cruz sino cargar con ella, en seguir sus pasos de manera
responsable y comprometida, sabiendo que ese camino nos llevará tarde o
temprano a compartir su destino doloroso. Para los que seguimos a Jesús,
reivindicar la Cruz es acercarnos servicialmente a los crucificados de la
actualidad, a aquellos que los demás, los puros
y buenos desprecian; introducir
justicia donde se abusa de los indefensos; reclamar compasión donde solo hay
indiferencia ante los que sufren. Esto nos traerá conflictos, rechazo y
sufrimiento, pero será nuestra manera humilde de cargar con la Cruz del Señor. Y
mientras más en silencio, mejor. El bien
no hace ruido, y el ruido no hace bien. En nuestros países, en medio de una
sociedad en la que todo tenemos e incluso nos sobra muchísimo, está ocurriendo un
fenómeno muy grave que ya advertía Juan Bautista Metz: «La Cruz ya no
intranquiliza a nadie, no tiene ningún aguijón; ha perdido la tensión del
seguimiento a Jesús, no llama a ninguna responsabilidad, sino que descarga de
ella». Hoy que celebramos a Cristo Rey ¿No sería bueno revisar cuál es nuestra
verdadera actitud ante el Crucificado? ¿No habríamos de acercarnos a él de
manera más responsable y comprometida? • AE
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