After
the long journey of Lent and the joyous Easter season, and after celebrating
the two great solemnities of Ordinary time, today we return to one of those
calm and serene Sundays. The invitation of the Gospel this morning is us to
keep our priorities straight. The Lord tells us that we should not even be
afraid of people who could kill us. In one of the most beautiful passages in
the New Testament, Jesus says, “Are not two sparrows sold for next to nothing?
Yet not a single sparrow falls to the ground without your Father's consent. As
for you, every hair of your head has been counted; so, do not be afraid of
anything. You are worth more than an entire flock of sparrows.”[1] The
Lord also says in that passage, “Fear Him who can throw body and soul into
Gahanna.”[2]
This is not a popular concept in our society. We emphasize God’s compassion and
mercy, and this is great but we tend to refuse to acknowledge His justice. In
our own minds, we transform God into an imaginary figure that will not respond
to our rejection of His life and laws. Let
us see. A man commits adultery, leaves his wife and children, and then says,
“God understands.” Well maybe the god of his imagination might understand, but
the real God was present when marriage vows were made to Him and to his wife. God
sees the turmoil the selfish man thrust upon a good wife and children. God’s
mercy is always available, but if the man, or if any of us refuse to
acknowledge our sins and seek forgiveness, we are committing the deadly sin of
presumption, and, in effect, denigrating God to a creature of our imagination. But
if we live with a reverence and respect for the Lord, the biblical Fear of the
Lord, if we do all we can to be God-fearing, then we do not have to be afraid
of anything. When we live with a reverence and respect for the Lord, then all
those concerns that the media delights in frightening us with will diminish. Will
the corona virus destroy half the population of the world similar to how the
Black Plague destroyed half the population of Europe? We certainly pray that it
will not, but we also know that live or die what matters is that we belong to
the Lord. This is the point. We have nothing to fear as long as we fear the
Lord, as long as we try our best to liv in a Christian way of life. Everything
that happens in our life happens for some reason, and everything is under the
providence of God. Perhaps this morning we could ask Him to give us wisdom to
understand and strength to act according to our faith and our convictions; May
He help us walk the path of life with the certainty that our life is worth
infinitely more than many sparrows • AE
[1] Matthew 10:31.
Rembrandt, Jeremías lamentando la destrucción de Jerusalén (1639),
óleo sobre tela, Rijks Museum (Amsterdam)
XII Domingo Ordinario (Ciclo A)
Hoy la Palabra de Dios nos ayuda a fijar
nuestra atención en uno de los más grandes profetas de todos los tiempos:
Jeremías, nacido unos seis siglos antes de Cristo en un pueblecito llamado
Anata, cerca de Jerusalén. En aquel entonces, los grandes imperios relacionados
con Israel eran Babilonia y Egipto, y eran, por decirlo con palabras de hoy, las
dos grandes potencias que se discutían su mundo. Y entre los israelitas había
partidarios de Egipto y partidarios de Babilonia. La gran catástrofe que le
tocó vivir a este profeta fue la deportación de Babilonia, ocurrida alrededor
del 586. Aquello fue la ruina de su pueblo. Dentro de esta situación tan
agitada, Jeremías sintió la llamada de Dios: "antes que naciese, te tenía
consagrado. Mira que he puesto mis palabras en tu boca"[3]. La
misión de Jeremías era denunciar la violencia y la opresión. Por una parte, Dios
lo empuja a predicar; por la otra, los poderosos no quieren oírlo y continúan
engañando al pueblo con apariencias de religiosidad: ayunos y holocaustos. En algún
momento Jeremías es apresado y encerrado en una cisterna llena de barro para
que muriera, antes prefirió esto que halagar los oídos de quienes lo rodeaban. En
el evangelio de hoy el Señor retoma el tema y es claro en su planteamiento: "Si
uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante
mi Padre del cielo"[4],
es decir el cristiano debe tomar una postura clara y firme, cueste lo que
cueste y reconocer que ser cristiano tiene ciertas implicaciones en la familia,
con los vecinos, en el trabajo, con los amigos, en las decisiones, etc. Y que
llamarnos cristianos quiere decir ponernos del lado de Jesús lo cual es ponerse
siempre del lado de la verdad[5]. Para
esto es preciso no tener miedo. El miedo nos tapa la boca, hace que
traicionemos el mensaje, callando o cambiando el contenido según las
circunstancias. Por miedo diluimos el Evangelio y rebajamos la doctrina y la tradición
en un falso y cómodo espiritualismo. Llenos de miedo ya no dejamos que la
Palabra de Dios cuestione nuestras cuentas ni entre en los negocios, ni remueva
las legislaciones… Qué importante es pues que resuenen esta mañana las palabras
de Jesús en nuestro corazón: “No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero
no pueden matar el alma. Teman, más bien, a quien puede arrojar al lugar de
castigo el alma y el cuerpo”[6] • AE
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