It is Good Friday. In front of this great mystery, we are called to see. Christian faith is not the reverential relationship to a distant and even abstract God, we know nothing about, but the adhesion to a Person, true man like us and, at the same time, true God. The Invisible one became flesh of our flesh and assumed to be a man until death, a death on the Cross. But, it was a death accepted as a ransom for us all, redeeming death, death that brings us life. Those who were there and saw it, are those who now transmit these feats while simultaneously revealing the significance of Christ's death. In front of this, we feel grateful and admiring. We know the price of love: «Greater love has no one than this, that he lay down his life for his friends»[1]. Christian prayer is not meant to beg only, but —first of all— to gratefully admire. Jesus, is the model to imitate, that is, for us to reproduce his attitudes. We must be persons that can love all the way and trust the Father in the face of adversity. This contrasts with the indifferent atmosphere of our society; that is why we must bear a bolder testimony than ever before, as the gift is for all of us. As saint Meliton of Sardis says «He made us go from slavery to freedom, from darkness to light, from death to life. He is the Paschal mystery of our salvation» • AE
Autor anónimo, Ecce Homo (1510), óleo sobre tela, Indianapolis Museum of Art.
"Aquí tenéis al Hombre"[2]. Son las palabras de Pilato al sacar a Jesús a la vista de todos. Para nosotros Él es el hombre, y el cristianismo, un verdadero humanismo. ¿Nos hallamos ante un ideal masoquista, de quien se complace en el sufrimiento por el sufrimiento? No: estamos ante un ideal de un hombre -el Hombre- que no pasa por alto la condición histórica y concreta que es la nuestra, y que además conoce la opresión, la expoliación, el abuso de los poderosos sobre los débiles, la violencia institucionalizada, el dolor. He aquí el hombre. Jesús no es el que triunfa a costa de los demás, el que se enriquece con su explotación, el que manda a su albedrío y según sus conveniencias, o el que siempre está en la cresta de la ola, como la espuma. Jesús es el humillado, el explotado, el expoliado: El varón de dolores. El Señor soportó realmente nuestros sufrimientos y ha aguantó nuestros dolores. Y es que no es incapaz de compadecerse de nuestras flaquezas, él que, igual que nosotros, ha sido probado en todo. Así, la respuesta de Dios al problema del mal no es una respuesta intelectual a un problema intelectual: sino una respuesta práctica, realista, efectiva y afectiva a una cuestión existencial. Jesús, perfecto Dios y perfecto hombre asume el mal en su propia carne. El problema continúa problema; la rebelión, rebelión; el miedo, miedo. Pero lo vivimos acompañados: también Jesús ofreció "ruegos y súplicas, con poderoso clamor y lágrimas, al que podía salvarle de la muerte"[3]. Quizá la expresión más fuerte y sintética es aquella de san Pablo: “Al que no había pecado, Dios lo hizo expiar nuestros pecados, para que nosotros, unidos a él, recibamos la salvación de Dios"[4]. Esto es lo que silenciosamente celebramos en éste viernes Santo de la Pasión del Señor • AE
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