Monday of the Fourth Week of Lent (3.23.2020)

Today´s Readings:

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Today, we find Jesus again in Cana of Galilee, where He had previously made the well known miracle of changing the water into wine. Now, on this occasion, He performs a new miracle: the recovery of a royal official's son. In spite of how spectacular the first one was, this second miracle is, undoubtedly, more valuable, for what Jesus solves with this miracle is nothing material, but a problem of a human life. What is so remarkable in this case is that Jesus does not go to Capernaum to directly heal there the sick one; He performs the miracle without moving from Cana: «The official told him: ‘Sir, come down before my child dies!’. And Jesus replied: ‘Go, your son is living’»[1]. This should remind us all that we can do a lot of good from a distance, that is, without having to make us present wherever our generosity is requested. Quite often we do not perform a good deed by excusing ourselves because of our impossibility to be physically present wherever there is an urgent need for outside help. Jesus did not use that excuse. He was not at Capernaum, but He simply performed the miracle. If you want to be generous, distance should be no problem, for our generosity comes all the way directly from our heart and it crosses all frontiers. As Saint Augustine said: «He who is charitable at heart, always finds something to give» • AE
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white sash window opened

Al leer estas palabras “Voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva”, que el Señor pronuncia por boca de Isaías[2], se puede casi sentir una bocanada de aire en el rostro; el aire de la esperanza y de la alegría en este tiempo tan dificil que es también momento de conversión y de gracia... ¿A quién no le resulta saludable una ráfaga de frescura y alivio cuando el cuerpo el cuerpo está cansado y sus pulmones no toman suficiente aliento? ¿Qué nombre le daremos hoy a ese cielo y tierra nuevos? Para descubrir las maravillas de Dios, del hombre y del cosmos, hay que comenzar vivenciando, cada amanecer y cada atardecer, la novedad de que hoy es nuestro día, el día con que contamos para vivir, hacer el bien, trabajar, sonreír; el día para encontrar a un amigo, hacer poesía, curar una llaga, construir unos versos; el día de sumergirse en el mar, gozar una ópera, una novela, el día de revisar nuestros sentimiento y actitudes... ¿Cómo haremos conscientemente otras muchas cosas buenas si no tomamos conciencia del regala que se nos hace en cada momento, y del gesto de ‘gratitud’ que ha de embellecer a todos ser humano, mirando a Dios, como misterio supremo del cielo, de nuestro cielo, mirando al cosmos, como misterio de creación sapientísima en el que nos movemos, y mirando a los hombres y encontrándolos hermanos, amigos, peregrinos...? Hoy, Señor, cuando nace el día y yo me despierto a la vida, a la luz, hoy te doy gracias. Quiero vivir la experiencia de que en mi pequeñez, por haberte encontrado, todo es nuevo: todo se recrea bajo la  providencia de tus manos amorosas de artista y de amigo compañero de camino. Amén • AE

[1] Jn 4:49-50.
[2] 65, 17-21.

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