Este domingo en el que celebramos la fiesta del
Bautismo del Señor con la que la liturgia concluye el tiempo de Navidad, la
primera de las lecturas nos presenta la primera de cuatro hermosísimas piezas
literarias mejor conocidas como los cantos
del siervo. Se trata de un ciclo de profecías en las que se describe la
figura del discípulo que ha sido elegido para enseñar el derecho a las naciones
y ungido para soportarlo todo con tal de cumplir su misión, un siervo que después
de expiar con su dolor los pecados del pueblo, será glorificado por Dios[1].
La Iglesia ha visto siempre en estos cantos la descripción profética de la
pasión y muerte del Señor[2].
La primera de las lecturas de hoy nos ayuda además a meditar en esa idea
maravillosa de que el siervo de Yahvé llega con su amor y su ternura hasta la
caña cascada y el pabilo vacilante, es decir, hasta aquellos hombres y mujeres que,
a juicio de los demás y desde su propia impresión, están acabados; a aquellos de
quienes la sociedad nada puede esperar, porque no van a aportar nada al resto;
a personas sobre las que no quedaría otra opción mas que romper el bastón en
sus espaldas, como cuando al pabilo vacilante sólo le cabe esperar una mano que
lo apague: el hijo no querido en el seno de la madre, el viejo que se acaba y
que no es más que una carga para el entorno y, en fin, todos aquellos de los
que se dice o al menos se piensa, "mas valía que no existieran". El
siervo actúa de otra manera, y guiado por el Espíritu de Dios no pronuncia
grandes discursos ni palabras altisonantes; tampoco grita, ni clama, ni vocea
por las calles; su lenguaje son los hechos; y éstos no consisten en acabar con
la caña cascada ni en apagar el pabilo vacilante[3].
Como otro Moisés será mediador en la nueva alianza entre Dios y su pueblo, y
como luz de las naciones llevará a todas partes el conocimiento de Dios[4].
Su misión es universal y nos alcanza a todos. A ti y a mí, a aquellos que hemos
recibido el ser hijos por adopción. Hay pues motivos para la esperanza, un
aliento para seguir caminando • AE
[1] Los textos son: Is 42, 1-9;
49, 1-6;1 50, 4-11; 52, 13 - 53,12.
[2] Los padres de la Iglesia
son unánimes al interpretar los cantos del siervo como aplicados a Jesús.
Incluso el capítulo 53 lo citan por entero en sus obras referido a los
padecimientos del Cristo (cf. San Clemente de Roma, Carta a los corintios 16,
2-16 y San Justino, Diálogo con Trifón, PG 6, 757). Y lo mismo con los demás
cantos por parte de Ireneo de Lyon, Tertuliano, San Cipriano, etc. Así se ha
mantenido también la tradición exegética de las iglesias cristianas.
[3] Is 42, 1-4. 6-7.
[4] Cfr Lc 2, 22-35.
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