Juan de Juanes, La Inmaculada Concepción (c. 1537),
Fundación del Banco Santander (España)
...
Dos casas tuvo Dios en este mundo señaladas entre
todas las otras. La Una fue la humanidad de Jesucristo, en la cual mora la
divinidad de Dios corporalmente, como dice el Apóstol[1]
y la otra, las entrañas virginales de Nuestra Señora, en las cuales moró por
espacio de nueve meses. Estas dos casas fueron figuradas en aquellos dos
templos que hubo en el Viejo Testamento, uno de ellos que hizo Salomón[2]
y el otro que se edificó en tiempo de Zorobabel, después del cautiverio de
Babilonia[3].
Estos dos templos concuerdan en una cosa y difieren en dos. Concuerdan en ser
ambos templos de un mismo Dios, y difieren, lo primero, en la riqueza y primor
de las labores, porque mucho más rico fue el primero que el segundo, y lo
segundo, en la fiesta de la dedicación de ellos[4].
Porque en la dedicación del primero todos cantaban y otros lloraban: cantaban
los que veían ya acabada aquella obra que tanto deseaban y lloraban los que se
acordaban de la riqueza y hermosura del templo pasado, viendo cuán baja obra
era ésta en comparación de aquélla. Pues esto mismo nos acontece ahora en el
día de la dedicación de estos dos templos místicos de que hablamos. Y por el
día de la dedicación entendemos el día de la concepción; porque este día fueron
estos dos templos dedicados y consagrados. Pues en el día de la concepción del
Hijo, todos cantan, todos alaban a Dios, todos dicen que fue concebido del
Espíritu Santo, y por eso su concepción fue santa y limpia de todo pecado, y
donde no hay pecado, no hay materia de lágrimas, sino de alegría y de alabanza.
Mas en la concepción de la madre, unos cantan, otros lloran; unos cantan y
dicen: Toda eres hermosa, amiga mía y en ti no hay mancha[5].
Otros lloran y dicen: Todos pecaron en Adán[6]
y tienen necesidad de la gracia de Dios. Mas todos concuerdan en que la
sacratísima Virgen, antes que naciese, fue llena de todas las gracias y dones
del Espíritu Santo, porque así convenía que fuese que ab eterno era escogida
para ser madre del Salvador del mundo. Cuán grande fuese esta gracia y estas
virtudes, no hay lengua humana que lo pueda declarar. La razón es porque Dios
hace todas las cosas conformes a los fines para que las escoge, y así las
provee perfectísimamente de lo que para ellas es necesario. Escogió a Dios
Oliab para maestro de su arca[7],
escogió a San Pablo y a todos los otros apóstoles para maestros de su Iglesia.
Pues, conforme a esto, los proveyó perfectísimamente de todas aquellas
habilidades y facultades que para eso se requerían. Y porque a esta sacratísima
Virgen escogió para la mayor dignidad que se puede conceder a pura criatura, de
aquí viene que la adornó y engrandeció con mayor gracia, con mayores dones y
virtudes que jamás se concedieron a ninguna pura criatura • Fray Luis de Granada (S. XVI)
No hay comentarios:
Publicar un comentario