Alégrate, Sión entristecida,
que ya se fue la pena, ya no
existe;
la vieja historia atrás queda
vencida
y se hace carne la promesa firme.
Mendigo del camino, ciego y solo,
confidente de sombras donde
vives,
cierra la mano y abre la mirada,
tuyo es el Sol que viene, mira y
ríe.
Sordos y mudos, hombres sin
palabras,
marginados por fuerza del
convite,
escuchad el rumor del que se
acerca,
quede suelta la lengua,
bendecidle.
Algo pasa en la tierra, que se
siente,
el hombre se alboroza en sus
raíces.
¡Vendrá! ¡Ya llega intrépido y
hermoso
el Santo de prodigios invencible!
Éste es el señalado desde
antiguo;
ocultaba su faz tras los que
gimen,
era su gozo germen de la risa
y su espera, anhelo irresistible.
¡Bendito el que se acerca,
deseado,
cual ninguno fuera en nuestra
estirpe;
los ciegos te contemplan, rey
Mesías,
y tú, Jesús, gozoso, nos recibes!
Amén •
R. M. Grández (letra) y F. Aizpurúa
(música), capuchinos,
Himnos para el Señor, Ed. Regina,
Barcelona, 1983, nn. 25-28.
No hay comentarios:
Publicar un comentario