Maestro medieval anónimo, Arbol de Jesé: detalle de la vidriera del Rey David, Metropolitan Museum of Art (New York)
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La primera de las lecturas de éste segundo domingo del tiempo
de Adviento es de una belleza extraordinaria. Está tomada del libro del profeta
Isaías que canta la preciosa historia de aquella rama que saldrá del tronco de Jesé, el retoño
que brotará de sus raíces; una imagen muy popular y muy querida en
la espiritualidad del pueblo de Israel. Cuando se habla de felicidad, se hace
referencia a un árbol floreciente, y cuando habla de desgracia a un árbol seco
reducido al tronco ¿No sucede lo mismo en el jardín de nuestra alma? De ese
tronco casi muerto sale una pequeña yema, un brotecillo endeble, una ramita
frágil. El Mesías que viene, como «resto de Israel» escapado de la prueba, ha
de surgir de la pobreza y del sufrimiento y es ese pequeño brote. Jesús será
perseguido desde su nacimiento y morirá mártir. También la Iglesia vive
constantemente en la prueba. ¿Creo yo en el poder de Dios, capaz de hacer
surgir la vida desde lo profundo de las situaciones más desesperadas? ¿Cómo es
mi esperanza? Más adelante el texto dice que reposará sobre él el Espíritu
Santo del Señor: Espíritu de sabiduría y de inteligencia, Espíritu de consejo y
de fortaleza, Espíritu de ciencia y de temor del Señor . Nosotros... los que
tenemos que ser prolongación de Cristo ¿Es éste nuestro espíritu? ¿Qué voy a
hacer, hoy, para dejarme conducir por el Espíritu? También del Mesías se dice
que “no juzgará por las apariencias, sino que juzgará con justicia a los
débiles, y dictará sentencia con rectitud a los pobres del país”. Yo ¿les
ayudo, les defiendo? Vino Jesús, y vino sin armas, servidor sin corona. Hoy
viene al corazón de aquellos que lo esperan. El lobo habitará con el cordero;
¿y el hombre con el hombre? ¿El hermano con su hermano? ¡Hay tanto por
perdonar, por acercarnos, por unir! ¿Por qué no empezar hoy animados por el
Espíritu del Mesías? • AE
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