De bien nacidos.... (XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C)



Decía Bernanos: «Todo es gracia». Efectivamente, tanto en la naturaleza humana, como en la obra de la creación todo es gracia. Y cuando se nos olvida este planteamiento inicial, es cuando borramos de nuestro comportamiento humano ese gesto tan bello de dar gracias. Si no pensamos que Dios nos ha salvado, ¿cómo vamos a cantar esa oración hermosísima que es el prefacio de la Misa: «En  verdad es justo y necesario... darte gracias siempre y en todo lugar…”? De eso habla el evangelio de éste domingo. El Señor curó a diez leprosos. Eran por tanto, diez  agraciados, de los cuales sólo uno volvió para dar gracias. “¿No eran diez los curados?”, pregunta Jesús. Decía Quevedo que “Pocas veces, quien recibe lo que no merece, agradece lo que recibe”. Esta podría ser la gran pregunta de hoy: ¿Será ése el porcentaje, uno solo, de cada diez, entre los  hombres, es el que suele reconocer la mano de Dios en su propia vida? San Pablo lo decía aún mejor: “Todo lo que tienes, lo has recibido. ¿Por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?”[1] Y añadía a cada paso: «Todo cuanto hagáis, que sea una acción de gracias, de palabra y de obra, por medio de Jesús, al Padre»[2]. No hay peor cosa que el ir por la vida pensando que a todo tenemos derecho. «Dios te creó sin ti...» decía San Agustín. La Creación, la conservación, la Redención, la santificación, otorgadas por Dios al hombre, son obras  gratuitas nacidas del puro amor de Dios nos tiene. Si creemos que tenemos derecho a todo,  esperaremos que todo se nos dé hecho. El mismo san Agustín añade: «...Dios no te salvará sin ti». Dios cuenta siempre con nuestra colaboración y esfuerzo. Detenernos a cada paso, para dar gracias, es el primer paso. Cuando Francisco de Asís recitaba el «Canto al Hermano Sol», lo que hacía era «dar gracias por el regalo de todas las criaturas». Por eso nuestra acción de gracias debería ser nuestra más fecunda fuente de inspiración. Aún más: quizá deberíamos plantearnos a cada paso aquella hermosa oración que solíamos rezar los sacerdotes después de comulgar: “¿Qué devolveré al Señor por todo lo que Él me ha dado?”• AE




[1] Cfr. 1 Cor 4,7.
[2] Cfr. Col 3,17.

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