La vida silenciosa
se ha cumplido
y es hora de lo
eterno;
descanse ya la
Santa, toda pura,
y deje nuestra luz
tras breve sueño.
Se acerca el
Redentor, el Hijo suyo,
primeros de los
muertos,
y sella con la paz
aquellos ojos,
abiertos para ver
todo el misterio.
Bajó a la oscura
tierra como el Hijo,
cruzó el común
sendero;
mas vino Cristo y
fue la Parusía:
María en cuerpo y
alma está en el cielo.
Primicia de la
Iglesia, flor temprana,
María alcanza el
Reino;
el tiempo vence al
tiempo y se adelanta,
la Madre goza ya
del bien que espero.
Y surge al tacto,
al beso del Amado
la llama de su
cuerpo;
la carne sin
mancilla es consumada
por otra carne,
fruto de su seno.
¡Oh Cristo, mi
Señor, que eres tú solo
la tienda del
encuentro,
a ti la gratitud,
porque hoy recibes
a Aquella que te
tuvo junto al pecho! Amén •
En Jerusalén. R. M.
Grández,
Himnario de la Virgen María.
Ciclo anual de celebraciones de la
Virgen en la Liturgia de las Horas,
Burlada, Curia provincial de Capuchinos,
1989.
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