Ya nos vamos de
camino
al éxodo de la
cruz,
con la frente
decidida,
los ojos llenos de
luz.
Cruzaremos Samaría,
pidiendo albergue y
quietud,
y dando de nuestra
alforja
paz, Evangelio y
salud.
Te seguiré,
fascinado,
mi Jesús,
fascinador,
será el triunfo de
tu amor,
yo el amador todo
amado.
Jerusalén nos
espera,
quizás sin saberlo
aún,
que por ser de los
profetas
es la ciudad de
Jesús.
Jerusalén, mi
pasión
de mi infancia y
juventud,
Jerusalén, la
Escritura,
y el Padre,
solicitud.
Te seguiré,
fascinado,
mi Jesús,
fascinador,
será el triunfo de
tu amor,
yo el amador todo
amado.
Te seguiré en la
pobreza,
si mi riqueza eres
tú,
si reposo en la
oración
mi indigencia y mi
inquietud.
Te seguiré en el
despojo,
si tú eres mi
plenitud,
si, habiendo
perdido todo,
mi Dios es mi
infinitud.
Te seguiré,
fascinado,
mi Jesús,
fascinador,
será el triunfo de
tu amor,
yo el amador todo
amado.
Te seguiré hasta la
muerte,
con humilde
gratitud,
si tu caricia es mi
fuerza,
tu voluntad mi
ataúd.
Te seguiré, vida
mía,
en esta senda
común,
y tú serás mi
corona,
mi eterna beatitud.
Te seguiré, fascinado,
mi Jesús,
fascinador,
será el triunfo de
tu amor,
yo el amador todo
amado.
P. Rufino Mª
Grández, ofmcap.
Puebla, 24 junio
2010