Pedro de Campaña, El Descendimiento (Sevilla, hacia 1570),
óleo sobre madera de roble, Museo Nacional del Prado (Madrid).
...
La cruz del Señor está presente con toda su crudeza en
la celebración del Domingo de Ramos. El relato de la Pasión es sobrecogedor -y profundamente reparador- si
lo escuchamos con un corazón dispuesto y sencillo. La Cruz es signo de
contradicción, de duda, de fracaso. Aparentemente es el hundimiento de Jesús en
el reino de la muerte. Pero para el
creyente, aquella muerte es la señal luminosa de vida, de entrega, de
victoria. ¡Aquí tenemos el
verdadero rostro de Dios! Desde la cruz de Cristo, Dios es compañero del
hombre hasta la muerte. No es ya
un Dios impasible, que contempla de lejos nuestras tragedias y que nada quiere hacer para aliviar nuestros
sufrimientos. Por la Cruz de Cristo, se nos revela que Dios está siempre a nuestro lado, que
calla y acepta sufrir hasta el final toda amargura, que vence la violencia con
el amor y el perdón, que vence la misma muerte. Cuando busquemos hallar el
verdadero rostro de Dios, debemos mirar al Hijo clavado en la cruz quizá así
podamos comprender un poco mejor (¡menos superficialmente!) hasta qué punto nos
ama Dios. Hoy celebramos que Jesús haya tenido la valentía de entrar en
Jerusalén, sabiendo la muerte que allí le esperaba. Hoy celebramos que hemos sido salvados por sus heridas y por
su muerte. Hoy celebramos que por
la cruz, Jesús restituye al amor su fuerza creadora. Hoy celebramos que con la
Pasión del Señor se derrama la plenitud de la misericordia. Hay un hombre que ha sido siempre y totalmente
fiel. Incluso en el momento del abandono
supremo de la muerte. Hoy celebramos que no hay pecado capaz de excluir de este
amor[1].
Cristo pagó por nosotros: él es el Redentor del hombre! ¡Sólo en Él se
encuentra el modelo y el camino de la fidelidad a Dios! Dejemos que este
domingo de Ramos la Pasión del Señor empape nuestros corazones a veces tan secos, tan llenos de aridez, y que ahí, en sus llagas santas, encontremos ese consuelo que
a veces nuestra alma busca con tanta ansiedad. Ahí, en el costado abierto del
salvador, está el buen refugio y la paz, ¡Señor, dentro de tus llagas escóndenos! [2]
• AE
[1] Cfr. Joan E.
Vives, Misa Dominical 1981, n. 8.
[2] Oración Alma de
Cristo, tradicionalmente atribuida a San Ignacio de Loyola.
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