Nos regimos por la ley del eco: si mi prójimo es
amable y servicial entonces recibe de mi parte el correspondiente eco de
amabilidad y servicio, pero si perturba mi paz o amenaza mis intereses entonces
exijo voz en grito mis derechos y deberes. ¿Es posible seguir así después de oír el Sermón de la
montaña? Jesucristo murió por todos: por el otro: por el odioso, el antipático,
el molesto, el agnóstico e incluso por el pedófilo. Por todos. Hoy más que nunca estamos
llamados a vivir ésa caballerosidad del amor -de la que tanto hablaba Pèguy- e
incluso a ir más allá. ¿Cómo puedo
llegar a amar a un enemigo? "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" [1].
Estas palabras sólo se pueden pronunciar cuando en todos los que rodean su cruz
ve hijos pródigos y equivocados. Jesús atraviesa con su mirada la capa externa
de estiércol y ve lo que hay en el fondo de casa uno. Sólo él ve las
intenciones del corazón. Si conociéramos el verdadero fondo de todo tendríamos
compasión hasta de las estrellas (Graham Greene). Cuando Juan XXIII visitó a
los criminales en la cárcel, los saludó con estas palabras: "mis buenos
hijos y queridos hermanos, hijos de Dios". Y el Santo Padre Francisco lo
mismo. El amor al prójimo no reside en un acto de la voluntad, con el que
intento reprimir todos mis sentimientos de odio, sino que se basa en una
gracia: en que se me dan unos nuevos ojos para ver al prójimo. Todos los desgraciados,
amargados y malos a nuestro alrededor esperan esta mirada nueva de discípulo de
Jesús, exactamente como cada uno de nosotros la espera: todos tienen nostalgia
de esos nuevos ojos que son una gracia y que hace de los publicanos y las
prostitutas hijos e hijas de Dios. Esta filiación hay que creerla, del mismo
modo que tiene que ser creído el Padre de tales hijos. Hoy con la eucaristía podríamos
pedir al Señor unos ojos nuevos para ver a los demás como hijos pródigos, y la
voluntad para tender puentes –que no levantar muros- y que así el amor venza al odio, la venganza deje paso a la
indulgencia y la discordia se convierta en amor mutuo[2]
• AE
No hay comentarios:
Publicar un comentario