Quién es Dios? De
las muchas imágenes de Dios que a lo Largo de la historia del hombre se han
propuesto como auténticas, ¿cuál es la que corresponde al ser de Dios? ¿Cómo es
Dios realmente? ¿Amable, severo, comprensivo, implacable, amo, justiciero,
cercano, lejano, misericordioso, cruel, liberador...? A lo largo de la historia
muchos han sido los que han hablado de Dios; muchos los dioses de los que han
hablado. Pero la pregunta continúa exigiendo una respuesta clara, convincente,
definitiva. ¿Dónde te podrá encontrar esa respuesta? No. "A Dios nadie lo
ha visto jamás". Ni Moisés, ni los profetas, ni los sabios de Israel.
Tampoco los filósofos, ni los sacerdotes de ninguna de las religiones de la
tierra. Por eso las imágenes de Dios que esos hombres presentan son incompletas
y, por tanto, parcialmente falsas. Entonces... ¿cómo encontrar a Dios? ¿Cómo
reconocer al Dios verdadero? Por supuesto, Dios no juega con nosotros al
escondite ni a las adivinanzas. Dios se manifiesta siempre tal cual es; pero el
hombre es tan pequeño que nunca podrá comprenderlo del todo. Y cuando habla de
Dios, siempre habla del pedazo de Dios que él ha podido conocer. O -y esto ya
es peor- del dios que a él le interesa. Y eso que quien debía haber hecho
presente a Dios en el mundo era el hombre mismo, creado a imagen y semejanza de
Dios[1].
Pero el ser humano quiso ir por otro camino: quiso ser como Dios, y entonces se
construyó la imagen de Dios que a él más le convenía. Y así, desde el principio
han sido impuestas a la humanidad imágenes de Dios que favorecían los intereses
de quienes se habían endiosado. ¿interesaba justificar el poder? Pues un Dios a
imagen y semejanza de los poderosos y, además, justificador de su poder. ¿Había
que justificar la pena de muerte? Pues un Dios que aniquila a sus adversarios.
¿Era necesario justificar la propiedad privada? Pues un Dios que hace ricos a
unos y pobres a otros, según le parece oportuno. ¿Resultaba necesario mantener
tranquilo al pueblo? Pues un Dios caprichoso que manda más males que bienes, y
ante el que hay que estar agradecido, a veces, resignado casi siempre,
esperando que no se acuerde demasiado de nosotros. Esta es la tiniebla que
quiso, y no pudo, apagar la luz. Pero la luz brilló en medio de la tiniebla
para que los hombres pudieran, finalmente, ver claro. Y fue así que la Palabra
se hizo hombre: Jesús de Nazaret. El, que hablaba de un Dios que no convenía a
los poderosos de su tiempo, que sufrió por eso el rechazo del sistema, que fue
considerado hereje; pero en su amor, fiel hasta la muerte, brilló la gloria de
Dios. El, con su vida y con su muerte, nos ha mostrado el verdadero ser de
Dios: amor leal[2], ¿seremos
capaces de caminar por el mismo camino y de interesarnos unos por otros y de
ser leales unos con otros? Que esa luz que hoy celebramos y recibimos nos ayude
y sostenga • AE
[1] Cfr. Gn 1,26-28; Sal
8.
[2] R. García
Avilés, Llamados a ser libres. Ciclo A.
Ediciones Almendro, Córdoba, 1989, p. 35 ss.
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