Los hombres terminamos por
acostumbrarnos a casi todo. Con frecuencia la costumbre y la rutina van
vaciando de vida nuestra existencia. Decía Peguy que «hay algo peor que tener
un alma perversa, y es tener un alma acostumbrada a casi todo»[1].
Estamos acostumbrados a escuchar que Dios nació en un portal y que al poco tuvo
que salir huyendo para que no lo mataran. Ya no nos sorprende ni conmueve Dios mismo
se nos ofrece como niño. Decía Saint-Exupéry en el prólogo de El Principito: «Todas las personas
mayores han sido niños antes. Pero pocas lo recuerdan»[2].
Se nos olvida lo que es ser niños. Y se nos olvida que la primera mirada de
Dios al acercarse al mundo ha sido justamente una mirada de niño. Dios no es un
ser tenebroso, inquietante y temible, sino alguien que se nos ofrece cercano,
indefenso, entrañable, desde la ternura y la transparencia de un niño. Y este
es el mensaje de la Navidad. Hay que salir al encuentro de ese Dios, hay que
cambiar el corazón, hacernos niños, nacer de nuevo, recuperar la transparencia
del corazón, abrirnos confiadamente a la gracia y el perdón. A pesar de nuestra
superficialidad, de nuestros escepticismos y sobre todo, de nuestro egoísmo de
adultos, siempre hay en nuestro corazón un rincón íntimo en el que todavía no
hemos dejado de ser niños. Que este domingo nos atrevamos a mirarnos con
sencillez y sin reservas, a hacer un poco de silencio a nuestro alrededor, a
apagar el iPad, y a olvidar nuestras prisas, nerviosismos, compras y
compromisos y a escuchar ese corazón de niño que no se ha cerrado todavía a la
posibilidad de una vida más sincera, más bondadosa y más confiada en Dios. Es
posible que comencemos a ver nuestra vida de otra manera –No se ve bien sino
con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos-[3]
y sobre todo es posible que escuchemos una llamada a renacer a una fe nueva.
Una fe que no restringe sino que rejuvenece; que no nos encierra en nosotros
mismos sino que nos abre; que no separa sino que une; que no recela sino
confía; que no entristece sino ilumina; que no teme sino que ama • AE
[1] Charles Pierre Péguy,
también conocido por sus seudónimos Pierre Deloire y Pierre Baudouin (1873-1914),
fue un filósofo, poeta y ensayista francés, considerado uno de los principales
escritores católicos modernos.
[2] Antoine Marie Jean-Baptiste
Roger Conde de Saint-Exupéry1 (1900-1944) fue un escritor y aviador francés,
autor de la famosa obra El principito.
[3] Idem.
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